Raúl Ortega
Terapeuta de orientación junguiana
Conceptos básicos
Vamos a tratar profusamente de tipología psicológica, así que lo primero es intentar definir el concepto de «tipo». Como tal, entendemos una estructura o constitución psíquica con unos atributos, rasgos y condicionantes lo suficientemente tangibles a la observación como para ser claramente definible y diferenciable, y que se expresa no sólo en un individuo particular sino que es susceptible de explicar a todo un conjunto humano, diferente de otros conjuntos con sus rasgos propios. Es un sistema coherente de aprehensión y comportamiento, de motivaciones y conductas consecuentes. Una esencialidad en la forma de ser, distinguible de otras, formando todas en su conjunto una tipología completa. Hablamos de la tangibilidad del tipo porque éste se refiere, antes que a otra cosa, a la estructura del Yo, extendido desde la conciencia hasta el inconsciente personal. Es decir, el sector más fácilmente asible de la psique.
Jung apunta :
Un tipo es un ejemplo o modelo que reproduce de manera característica el carácter de un género o generalidad (…) Tipo es un modelo característico de una actitud general presente en muchas formas individuales.
Existen tipologías, existen clasificaciones tipológicas, desde hace mucho, porque desde siempre existe una cierta predisposición en los observadores del comportamiento a entender sus estilos distribuidos por clases, por grupos, y no como infinitas variantes individuales según el carácter particular de cada ser humano. A mi entender, en efecto, la fenomenología del carácter no sólo nos permite, sino que nos exige establecer clases, parcelas y tipos que ordenen en conjuntos, ni siquiera numerosos, las sólo aparentemente infinitas variaciones particulares. Todo ello avalado desde profundas bases teóricas, como iremos viendo.
Ese conocimiento instintivo de que podemos ordenarnos por tipos de carácter sale a la luz cada vez que decimos “-Ésta es la clase de hombre que…” o “-Ésta es la clase de mujer que..”. Todos tenemos la inclinación innata a ir acumulando experiencia en las relaciones y, llegados a un punto, usarla para clasificar intuitivamente a la gente que conocimos y conocemos en diferentes grupos, valorando cada una de esas clases así como nos haya ido con ellas en la vida. Así, es muy normal que cuando conocemos a alguien nuevo y comprobemos en él ciertos rasgos de comportamiento, pensemos: “-¡Ah!, se parece a Fulana, Mengano y Zutano, es de ese tipo de personas…”, del mismo modo que cuando alguien nos sorprende con un comportamiento nuevo para nosotros, lo dejemos en el apartado de los inclasificables, por el momento, y digamos que nos resulta, para bien o para mal, alguien especial. Por supuesto, estas clasificaciones de andar por casa y de andar por el mundo suelen carecer de todo tipo de fundamento profundo, suelen ser tópicos frívolos, pero hay personalidades muy intuitivas que, sin haber profundizado previamente en estos asuntos, suelen captar muy bien qué rasgos son los esenciales del carácter de la persona que tiene delante y qué matices conforman lo secundario, lo contingente y lo derivado.
El tópico dice: “Todos los hombres son iguales” y “Todas las mujeres son iguales”, y todos, hombres y mujeres, sabemos que esa es una simpleza injustificable. Pero también sabemos que las mujeres tienen un conjunto de rasgos propios y comunes entre sí que nos hace hablar de una psicología general de la mujer, y los hombres tienen una psicología común como hombres que nos hace estudiar aparte una psicología general masculina. Si así no fuera, no existiría el amor tal como lo conocemos, cuya esencia precisamente es la atracción irresistible que causa la diferencia (sí, por supuesto igualmente presente en toda relación homosexual). A partir de aquí, ya estamos comenzando a elaborar tipologías psicológicas.
Tipo, arquetipo, estereotipo
Acabamos de ver que tipo es un modelo representativo de un género o clase relativo, primordialmemte, a la idiosincrasia del Yo. Está referido por tanto de un modo muy directo al comportamiento y sus antecedentes: las motivaciones. Éstas se extienden desde la punta de iceberg que es la conciencia hasta las raíces instintivas más profundas e inconscientes. En psicología junguiana, los nodos motivacionales últimos son llamados arquetipos, patrones de comportamiento que son los cimientos profundos de la Psique humana general, lo Inconsciente Colectivo, más allá del Yo y de sus tipos. La diferencia que hay entre tipo y Arquetipo es la misma que hay entre, por ejemplo, la sexualidad en sí y una personalidad lasciva. Cada tipo psicológico proviene, en última instancia, de una constelación genérica de los arquetipos en el interior abismal de la Psique. Con las tipologías estamos siempre girando alrededor del carácter y la personalidad. Con lo arquetípico, estamos entrando en el nivel transpersonal de lo humano.
Un estereotipo es un modelo tópico de un tipo. Una figura que se toma como ejemplo conspicuo de una personalidad, con unos rasgos tan acentuados que pueden resultar a la postre tan didácticos y demostrativos como caricaturescos. Es una generalización, y como tal sirve para mostrar llamativamente ciertas esencias de una tipología, pero a menudo no sirve cuando por ella misma quiere hacer justicia a todas las esencias del conjunto, o pretende representar a todas las variantes individuales que se dan dentro del mismo tipo. Albert Einstein se ha convertido en nuestra sociedad en el estereotipo del pensador, cuando en realidad sólo representa un tipo de pensamiento, el introvertido, el cual a su vez es una esencia común a los científicos teóricos, a los teólogos y a los filósofos metafísicos. Su caricaturización es el «profesor chiflado» de nuestra iconografía.
Toda tipología cuando trata de confeccionar un retrato robot ejemplificador de cada tipo tiene que caer obligadamente, ojalá sólo un mínimo, en el tópico. El mismo Jung reconocía que sus descripciones tipológicas eran en sí generalizaciones estereotípicas, pues al definir cada uno de los caracteres está dibujando una persona irreal, una persona ideal, que corresponde en abstracto a esa clase, pero que difícilmente exista verdaderamente, pues raramente alguien va a tener todas y cada una de las características enunciadas para su género tan acentuadas y definidas como se precisa en una descripción didáctica. El estudiante de cualquier género de tipología tiene que acudir constantemente a su capacidad de abstracción, extraer la esencia de cada rasgo estereotípico definido, si quiere luego certeramente clasificarse a sí mismo y a los caracteres de su entorno sin perderse entre las infinitas variaciones concretas individuales de los mismos temas esenciales tipológicos.
Un Arquetipo es el motor de un rasgo de carácter sito en el Inconsciente Colectivo, impersonal. Un tipo es el resultado caracterológico, expresado en la personalidad humana, de una constelación determinada de arquetipos. Un estereotipo trata de ser la ejemplificación general de un tipo para la conciencia colectiva.
Historia de la Tipología
Habría que empezar hablando de la Magna Mater de las clasificaciones de carácter, la primera, antigua como la civilización, y que aún sigue viva, operativa, funcional y vigente. Me estoy refiriendo a la Astrología.
Los caldeos ya en el 3000 A.C. trataban con ella, los chinos desde el 2000 A.C., y, en general, de muy diferentes maneras pero no fundamentalmente distintas, la astrología es una ciencia del destino, la dinámica del cosmos y el carácter que nació espontáneamente en todas las culturas antiguas del mundo. Recordemos por ejemplo también la astrología lunar maya.
Los caldeos adjudicaron desde muy temprano rasgos de carácter a los planetas y a las constelaciones, y así se creó esa archiconocida tipología que ha llegado hasta nuestros días, después de mezclarse con el pensamiento heleno, donde cuatro elementos forjan los cuatro grupos principales de carácter. Luego la subdivisión en doce signos-tipo acaba de concretar la clasificación. Es tan completa y compleja que incluye más allá de esta subdivisión arquetípico-estereotípica, un estudio personalizado y específico de carácter para cada individuo: la carta natal, la primera de las cuales de la que tenemos constancia es una del 29 de abril del 410 a.c, realizado al hijo del rey Shuma Usur.
Y, aún más: junto a los rasgos de carácter, comenta sucesos, devenires, vocaciones, relaciones, hechos internos y externos.
Realmente es un compendio espectacular de conocimiento que incluye en un mismo saco lo psíquico, sus maneras, la vida, sus acontecimientos, el destino y el proceso interior.
Es fundamentalmente intuitiva, y, siendo una herramienta utilísima para obtener conocimientos concretos, sin embargo deja en el aire importantes fundamentaciones teóricas, tan necesarias a la razón, y quedan al margen las explicaciones más profundas de los por qués y para qués, además de muchos otros factores caracterológicos que hoy sabemos son de orden básico.
Aún así, según mi opinión y experiencia, es una de las fuentes más certeras, amplias y profundas donde abrevar para el conocimiento tipológico, infinitamente superior a muchas intentonas realmente pobres y vacías que se han realizado últimamente desde el sólo intelecto racional, dentro de la perspectiva de la mera ciencia.
Luego podemos hablar de Hipócrates, el padre de la medicina griega, nacido a finales del siglo V a.c. Él se basó en las teorías de Empédocles, que realmente no eran nada originales (es una idea universal tan arquetípica como la misma astrología), el cual hablaba de cuatro elementos fundamentales constitutivos de todo el cosmos, Aire, Tierra, Agua y Fuego, y los aplicó a los humores. Galeno en el siglo II d.c. se auspició de esta base para añadir los temperamentos, quedando el cuadro así:
Aire-Sangre-Sanguíneo
Tierra-Bilis negra-Melancólico
Fuego-Bilis amarilla-Colérico
Agua-Flema-Flemático
El gnosticismo de los primeros siglos cristianos nos dejó la división de los caracteres humanos en tres categorías jerárquicas: el hombre hílico, de Hyle, materia; el psíquico de Psique, alma, y el pneumático, de Pneuma, espíritu.
En la Edad Media tenemos un vacío de preocupación y elaboraciones en este sentido, abastecida con los conceptos tipológicos heredados desde la cultura antigua. Así que tenemos que saltar para encontrar nuevas investigaciones hasta el pensamiento post-renacentista.
C.G. Jung se ocupa en su obra Tipos Psicológicos de las clasificaciones que han intentado hacer de los caracteres ciertos poetas y filósofos señeros desde la Ilustración hasta el momento de la redacción de ese trabajo suyo. Es decir, se ocupa ampliamente de sus más directos antecedentes. Poetas y filósofos, pues la psicología como ciencia independiente y autónoma es bastante reciente, y hasta entonces la preocupación psicológica iba de la mano (de la que jamás por cierto debe distanciarse mucho, en mi opinión, si no quiere perder su esencia) de la preocupación metafísica, filosófica y estética.
Así que tenemos a finales del siglo XVIII a Schiller, el gran poeta alemán, que en su ensayo Sobre la educación estética del hombre, diferenció en las actitudes humanas dos grandes grupos, que él llamó ingenuos-realistas, y sentimentales-idealistas.
Jung recoge de este poeta una cita, la misma que transcribimos aquí, porque empieza a sernos útil para empezar a familiarizarnos con lo que después vamos a querer decir sobre introversión y extraversión:
“Entonces del primero (el ingenuo) no queda, en lo que respecta a lo teórico, más que un frío espíritu de observación y un rígido atenimiento al testimonio uniforme de los sentidos; y en lo que respecta a la práctica, una resignada sumisión a la necesidad de la naturaleza…Del carácter sentimental no queda más que un inquieto espíritu de especulación, que reclama obstinadamente lo incondicional en todos los conocimientos, y, en lo práctico, un rigorismo moral que insiste en lo incondicional en todas las acciones de la voluntad. Quien pertenece a la primera clase puede ser llamado realista, y quien pertenece a la segunda idealista”
(Es necesario para evitar malentendidos no confundir esta definición de tipo sentimental con un carácter imbuido de sentimiento, un carácter de corazón. Schiller llamó así al tipo idealista, y lo que él llamó sentimientos idealistas, nosotros lo llamaremos mejor intuiciones).
Posteriormente están los trabajos de Nietzsche sobre la diferenciación del carácter apolíneo del dionisíaco, expuestos en su ensayo El nacimiento de la Tragedia de 1871.
Cuando describe el carácter apolíneo, lo hace señalando su mesura, su orden, su moderación, ascetismo y reflexión, y no es difícil entrever en esos rasgos la apariencia externa de un (intelectual) introvertido, tal y como lo definiremos luego según nuestra tipología.
Cuando lo hace del dionisíaco, habla de su pasión desenfrenada por mezclarse y fundirse con los objetos, la vida y el mundo, y ahí deducimos que está hablando de una función extravertida, pero con carácter arcaico inconsciente, precisamente el estado que le corresponde a esa función extravertida en el temperamento, introvertido, de Nietzsche.
Ahora nos ocuparemos un poco de la descripción de tipos que hace Furneaux Jordan en su ensayo del 1896 (cuyo título traducido sería algo así como Carácter según se ve en el cuerpo y la familia), tal y como lo hace Jung en su libro.
Describe cuatro tipos fundamentales, a saber:
-La mujer apasionada. Comportamiento externo sosegado, contemplativo, capacidad de acompañamiento espiritual e intelectual del interlocutor, carácter a menudo impenetrable, en ocasiones sarcástico. Nada caprichosa, ni inquieta ni criticona. Bajo esa superficie dormita una pasión que madura lentamente con la edad. La vejez las hace más armoniosas de carácter. Altamente compasiva, sin embargo la pasión profunda puede traicionarlas y amar en exceso y odiar en exceso. Terriblemente celosas, y capaz hasta de malos tratos físicos. Su moralidad es genuina y no se rige por convencionalismos. Se despliega en toda su extensión en la relación íntima, que es donde únicamente demuestra toda su riqueza. Poco capaz de pensar en el bienestar de los ausentes, pues la pasión del momento la absorbe. Sin embargo, en el aspecto social permanece igual a sí misma en los más diversos ambientes. Subraya mucho los libros cuando lee.
Para Jordan los peores caracteres femeninos son de este tipo. Esta descripción se acerca mucho a la nuestra sobre el tipo sentimental introvertido.
–La mujer no pasional. Presteza y don de la oportunidad, más que perseverancia y coherencia. Vida llena de multitud de pequeñas cosas. Muy útil en los movimientos sociales. Desarrollo afectivo detenido en la adolescencia. Gusta ocupar posiciones dirigentes si tiene talento. Es bondadosa y hospitalaria con todos. Amar es preferir, odio es una mera aversión y los celos orgullo ofendido. Juzga a todos y olvida que ella es juzgada. Disfruta de la belleza de la poesía pero no de su tragedia y su densidad. No investiga y no duda. En asuntos importantes se pone en manos de la autoridad y en los pequeños saca conclusiones precipitadas. Se muestra muy distinta en la casa que en sociedad. En el matrimonio suele estar muy influida por razones sociales, convencionales, estabilidad y expansión. En el círculo doméstico es donde sale a relucir lo desagradable. La casa es invierno, la sociedad verano. La transformación se opera nada más llega una visita. Ama la distracción. (Sentimental extravertido según nuestra tipología).
–Hombre apasionado. Sus diversiones no cambian de hora en hora, y sus entretenimientos son genuinos y no formas de huir de desasosiego. Si ocupa un puesto público, es por capacitación precisa, pero no le importaría que su causa fuera llevada por otras manos, si en las suyas tuviera menos oportunidad de éxito. Cuando su trabajo termina, se marcha de buen grado. Con facilidad sobreestima los éxitos de los colaboradores. Se desarrolla con lentitud, duda mucho de sí mismo. Sólo si tiene talento, su entorno lo empujará a escena, pero no por gusto propio. (Pensador introvertido)
–Hombre sin apasionamiento. Inquieto y agitado. Juzgador pero no autocrítico. Es precoz y con frecuencia es muy útil en sociedad. Siempre está alerta de todo lo que pasa en su comunidad. Necesita reconocimiento constante. Raras veces produce ideas nuevas, pero siempre está dispuesto a seguir, captar, aplicar y ejecutar. Quiere ser visto como alguien que se pasa la noche velando por el bien del prójimo. En reposo es desasosegado, y necesita venir del trabajo y marchar al concierto, al teatro, a una cena, a un club o a todos esos sitios a la vez. (Pensador extravertido)
Ahora bien, a esta tipología Jung le hace una crítica, que nosotros subrayaremos: Jordan tiene una fina capacidad para ver la sombra, el otro lado de los caracteres, y juzga y describe mucho esa parte de la personalidad en sus tipos, sin distinguirla y ocuparse de las motivaciones conscientes. Por eso hace dibujos algo patéticos, porque ve con precisión lo feo del carácter, antes que lo más civilizado y cortés que tienen. De ahí que precisamente los titule de acuerdo a su inconsciente, su sombra, y no a la actitud de sus conciencias: llama a los introvertidos según su caótica y compulsiva pasión inconsciente (los “apasionados”), y no según su civilizada conciencia reflexiva, sosegada, hasta fría a menudo, y destaca en los extravertidos (los “no apasionados”) la falta de pasión interna, obviando que su conciencia está llena, sino de pasión atormentada, si de mucha más calidez relacional que los otros. Habla de los peores caracteres femeninos como los introvertidos, y olvida que los prejuicios de la mujer extravertida y sus críticas infantiles pueden hacer tanto mal a los demás como los celos pasionales de las introvertidas.
Me he detenido mucho en esta tipología de Jordan porque me parece en general bastante fina y aguda en muchos puntos.
Los italianos Viola y Pende a finales del siglo XIX lideran la escuela tipológica constitucionalista. Viola mide con mucho detenimiento las proporciones del cuerpo, deteniéndose en la clasificación de tipos brevilíneos y longilíneos, e insiste en las distinciones entre el catabolismo y el anabolismo. Pende añadió lo suyo, que va por las mismas líneas esenciales, con una ambición loable de construir una pirámide biotipológica que distingue entre el tipo longilíneo esténico e hiposténico, y brevilíneo esténico e hiposténico.
De 1902 tenemos el ensayo de Otto Gross La función secundaria cerebral, que intenta describir dos tipos humanos en base a su capacidad de reconstitución fisioquímica neuronal después de una modificación intensa, afectiva. Dice que hay unos cuya reconstitución es más presta, y que rápidamente están listos para la siguiente actividad y atención, porque su sistema nervioso cerebral no es nunca afectado profundamente, “traumatizado” profundamente. Le llama a esta actitud, dentro de la órbita de lo patológico, “inferioridad con conciencia aplanada”, y a los más azorados, lentos y tardíos en reaccionar y sobreponerse, les adjudica “inferioridad con conciencia estrecha”.
Los primeros son los temerarios, los inconscientes del peligro, los arrojados. Los segundos los precavidos, los temerosos. Unos son extensos y superficiales, los otros intensos, estrechos y profundos.
Así que volvemos a encontrarnos con la dicotomía psicológica básica y eterna: intraversión y extraversión.
En 1909, el premio Nobel de Química Wilhelm Ostwald escribió un ensayo sobre tipológica comparativa basándose en biografías de personalidades importantes, llegando a la conclusión de que existen dos tipos de genios: los románticos, de alta capacidad de reacción, y los clásicos, de escasa capacidad de ella.
Otra vez, extravertidos e introvertidos.
Continuemos abundando en estos dos rasgos fundamentales del carácter con el Prometeo y Epimeteo de Carl Spitteler, allá por el 1911.
Prometeo, el que piensa antes, representa la tendencia introvertida humana a servir al alma y al inconsciente, a nutrirse fundamentalmente de las imágenes internas y eternas. Epimeteo, el que actúa y piensa después, es la tendencia extravertida a relacionarse con el mundo y los objetos circunstanciales del mundo.
También vamos a encontrarlos en Worringer, este mismo año, definidos como empatía y abstracción, desde la disciplina de la estética.
De nuevo en 1911 se data la publicación del ensayo del filósofo Willian James Pragmatismo, un nuevo nombre para un viejo camino de pensamiento, donde dice que “la historia de la filosofía es en gran medida un choque entre temperamentos humanos”. Él contrapone sus dos tipos de la siguiente manera:
–El de espíritu delicado (tender minded): racionalista, idealista, intelectualista, optimista, religioso, indeterminista, monista y dogmático.
–El de espíritu tenaz (tough minded): empirista, sensista, materialista, pesimista, irreligioso, determinista, pluralista, escéptico.
Flournoy explica a James así: “Es la oposición entre la forma de pensar abstracta (es decir puramente lógica y dialéctica, tan querida a los filósofos, pero que no inspira a James ninguna confianza y que le parece frágil, porque se separa del contacto de las cosas particulares, y la forma de pensar concreta, la cual se nutre de hechos de experiencia y no abandona jamás la región de tierra, sólida (…)
Obviamente, sin entrar ahora en discusiones acerca del mayor o menor acierto en la elección de los parámetros usados por James para distinguir a los “delicados” de los “tenaces”, estamos otra vez dando vueltas en torno a la intuición de la existencia de caracteres introvertidos y extravertidos.
En este momento, en este punto histórico y sobre la base de todo este conocimiento acumulado que hemos ido mostrando hasta aquí, comienza la intuición y el pensamiento de C.G. Jung a visionar su mandala tipológico y a tejer una explicación racional del mismo. Una de las primeras conferencias sobre la cuestión tipológica, donde expone la concepción de esos términos que luego se harían popularmente universales, introversión y extraversión, la dictó en el congreso psicoanalítico de Munich en Septiembre de 1913. Estaba escrito Símbolos de Transformación, hacía cuatro años que había hecho los primeros descubrimientos acerca de las relaciones entre la psicología y la astrología, y la primera tentativa de definir introversión y extraversión como capacidad o no de reflexión, idea que abandonó pronto. La psicología junguiana comienza a llenarse de contenido propio, se abre su propio camino. El cisma con el «padre», su mentor Freud, es ya un destino inminente e inapelable. A modo anecdótico, podemos decir que es posiblemente la influencia de las ideas sobre extraversión e introversión de Jung lo que alentará a Freud a decantarse definitivamente por una dinámica libidinal escindida entre Eros (que corresponde al vitalismo extravertido) y Tánatos (que corresponde a la reflexión y abstracción introvertida).
Después de esta intervención en Munich abandonaría la presidencia de la Sociedad Psicoanalítica. A partir de ahí, Jung continuó a solas su descenso a lo inconsciente, del que regresaría con las ideas suficientes para, entre otras muchas cosas, redactar la innovadora obra Tipos Psicológicos, y publicarla en 1921.
En aquel congreso Jung también señaló que la controversia entre las actitudes psicológicas de introversión y extraversión eran en última instancia las responsables de que Freud, extravertido, y Adler, introvertido, hubieran tomado caminos opuestos para explicar la dinámica de la psique y las neurosis. Adler se basaba en el complejo de poder y en la necesidad de socializar del introvertido, que siempre se considera marginado de la comunidad, abogando por el para qué y la tendencia finalista e idealista de la psique, y Freud apoyó toda su psicología en la tendencia del extravertido, tan presente en la histeria, de vivir en y para el mundo relacional, lo social, con su inconsciente personal lleno de imágenes simbólicas impregnadas de cálido erotismo, concibiendo una dinámica psíquica basada en los por qués, el causalismo fisiológico.
Hasta aquí nos hemos hecho una idea del significado, la trascendencia y la universalidad de esas dos tendencias opuestas y complementarias que conviven entre los humanos como sociedad y en el mismo corazón de cada uno de nosotros, en una u otra proporción. Es el primer paso para dibujar el mandala tipológico de Jung. Ya tenemos un inicial Yin-Yang, un esquema dividido en dos partes. Es el momento de seguir profundizando, y empezar con las subdivisiones de este mandala nuclear.
El siguiente estrato nos transporta hasta la antiquísima idea de orden cuatripartito, ya presente en la Astrología, en la filosofía presocrática, el Budismo y, en general, en toda la mítica universal, con sólo pequeñas variaciones. Un orden arquetípico. Fuego, Aire, Tierra y Agua, los cuatro elementos constituyentes del Universo, en la Psique se transforman en cuatro funciones de actitud y percepción: Sentimiento, Sensación, Pensamiento e Intuición.
Las funciones pensamiento y sentimiento van a ser las denominadas racionales, porque su esencia es valorar, juzgar e instigar la decisión de la voluntad en torno a esos valores. El pensamiento distingue lo verdadero y lo falso, trata de diferenciar acierto de error. El sentimiento valora bueno y malo, bello y feo, armonioso y discordante. El pensamiento es aéreo, solar, seco, y tiene vocación de habitar en mitad de la luz consciente, del yo, íntimamente adherido a la voluntad. Su mundo es abstracto y marcadamente impersonal. El sentimiento está más cerca del inconsciente, no está del mismo modo sujeto a la voluntad, a pesar de su racionalidad; es húmedo, lunar, más pasivo y opaco que el pensar. Su mundo es marcadamente relacional. Estadísticamente, el pensamiento rubrica la más alta proporción de caracteres entre los hombres. El sentimiento hace lo propio entre los caracteres de mujer.
La sensación y la intuición son a-racionales, porque no valoran ni juzgan, fundamentalmente perciben. La intuición es la capacidad de mirar a través de los ojos del inconsciente. Da cuenta de procesos y fenómenos más allá de lo visible y palpable, más allá del aquí y ahora. Se extiende hacia el futuro con total facilidad. Convoca la «ciencia infusa». La sensación es la capacidad de percibir a través de los sentidos, centrada en el estricto aquí y ahora. La intuición está más cerca de lo racional que la sensación, pues también forman parte de ella todas esas inferencias que alcanza en nosotros lo inconsciente, más allá de nuestra voluntad. Esas soluciones que obtenemos precisamente cuando «consultamos con la almohada» y abandonamos el esfuerzo del pensar dirigido y consciente, todos esos «eureka» espontáneos, lúcidos y creativos, son de su responsabilidad. La intuición tiene vocación iluminadora, comprensiva. Se refiere a lo más general. Es, digamos,Yang. El mundo de la sensación es lo fisiológico, lo instintivo, lo corporal. Lo palpable, concreto y terrenal. Se refiere a lo particular. Es Yin. Ambas convocan a la acción inmediata y refleja a través de la inspiración y el instinto, respectivamente. La sensación instiga rápidamente según el placer y el dolor. La intuición atrae, encanta, convence. Proporcionan el empuje a la conciencia desde aprioris y premisas que están más allá de su capacidad de valoración dirigida, meditativa y deductiva. Diríamos que más allá de su ética y de su estética.
La intuición y la sensación tienen un reparto estadístico «unisex» entre la población. Su prevalencia no distingue entre hombres y mujeres. Los caracteres orientados a la sensación son mayoría.
De un modo demasiado simple y esquemático, podemos decir que las funciones a-racionales son nuestra captación de lo real, visible o invisible. Las funciones racionales son el medio por el que nos orientamos en esa realidad.
Según cuál de las funciones sea la favorita de la conciencia, distinguimos cuatro caracteres: los sensitivos o sensoriales, los intuitivos, los sentimentales y los pensadores. Cada uno de ellos puede orientarse hacia la extraversión o la introversión, lo que resulta en los ocho tipos fundamentales que trata Jung en su obra. Sin embargo, no hay que perder de vista la obviedad de que cada personalidad contiene dentro de sí las cuatro funciones constituyentes de toda psicología humana completa, y que nunca es el rasgo de la función principal ni su orientación extravertida o introvertida lo que nos va a dar por sí solo todas las claves para comprender los pormenores de un tipo. De entrada, hemos de decir que la conciencia necesita apoyar siempre su función principal en una secundaria, con la cual forma un binomio inseparable, pues el proceso cognitivo completo es percibir y valorar, y para ello necesitamos siempre que una función racional esté acompañada de una a-racional para que ambas puedan «realizar su trabajo». Así, un carácter eminentemente sentimental se apoyará bien en la intuición o en la sensación, una personalidad intuitiva en el pensamiento o el sentimiento, etc. La dupla función principal-secundaria la podemos metaforizar con la imagen de nuestras dos manos haciendo conjuntas una labor. Aunque siempre una sea la «diestra», sin el apoyo de la «siniestra» se muestra incapaz en alto grado. Esta pareja es la que nos da el conjunto de rasgos principales de la estructura de la conciencia. La dupla que forman la tercera y cuarta se adentra en el inconsciente del sujeto, configurando los rasgos de su Sombra. Sin embargo, la tercera función aún es en parte consciente y, por ello, aún produce algunos contenidos que le resultan familiares y aprovechables a la personalidad principal. La cuarta, sin embargo, adopta una postura compensadora y hasta opositora frente a la conciencia, convirtiéndose decididamente en la debilidad del sujeto. Se erige portavoz de su inconsciente.
De descubrir la estructura tipológica completa de un individuo, tal y como la acabamos de esbozar, y abundar prolijamente en las particularidades de ella, se ocupa el MBTI. Atendiendo de un modo preciso y diferenciado a la estructura de cada tipo de acuerdo a las cuatro funciones, obtenemos ahora un mandala tipológico subdividido en dieciséis caracteres.
El test MBTI (Indicador de Tipo Myers-Briggs)
Hagamos una digresión aquí para hablar de cómo nació y se desarrolló el MBTI, donde la tipología junguiana se convierte en herramienta e instrumento, aplicado hoy de una manera muy popular. Katherine C. Briggs comenzó a estudiar, de manera autodidacta, la cuestión de la tipología en 1917. En 1923 cae en sus manos la traducción al inglés del Tipos Psicológicos de Jung, y queda fascinada por el modo en que sus propias observaciones quedan confirmadas. A partir de aquí, adopta la tipología junguiana como base de su investigación y dedica el resto de su vida a ampliar y perfeccionar aspectos de ella. Su hija, Isabel Briggs Myers, se anexa a su empeño. A principios de los cuarenta tenían ya lista la primera versión del Myers-Briggs Type Indicator (MBTI). Isabel dedicó su vida, a su vez, a validar el MBTI. Fue optimizado en sucesivas versiones.
Con el tiempo, el MBTI tuvo un impacto formidable. En 1975 la Consulting Psychologists Press (CPP) se convirtió en el editor del MBTI, y desde entonces el instrumento adquirió gran aplicación en la comunidad psicológica. En 1979 se constituyó el Center for Applications of Psychological Type (CAPT), cuyo principal objetivo es realizar investigaciones («research») en función de las respuestas al MBTI. También en 1979 se formó la Association for Psychological Type (APT), que agrupa a los profesionales que utilizan el MBTI o que están interesados en el modelo de Myers-Briggs o temas afines. La aplicación del MBTI ha crecido mucho en los últimos años.
(Extraído de aquí)
En la descripción que hace el MBTI de cada tipo podemos ver de un modo muy gráfico cómo el carácter global se constituye de acuerdo a la posición jerárquica que tiene cada función y su orientación correspondiente dentro de la personalidad. Por ejemplo, el tipo ESTJ tiene esta configuración:
-Pensamiento extravertido
-Sensación introvertida
-Intuición extravertida
-Sentimiento introvertido
Vemos que es un carácter que tiende a usar la función de la sensación (introvertida) como modo principal de acceder a la información del mundo que le rodea, y se orienta en medio de estos datos usando con mucho aplomo el pensamiento (extravertido)
Por el contrario, veamos el INFP:
-Sentimiento introvertido
-Intuición extravertida
-Sensación introvertida
-Pensamiento extravertido
Aquí el sentimiento (introvertido) gobierna la personalidad, y el modo de aprehender lo real es preferentemente intuitivo (extravertido).
Podemos deducir algunas reglas: si la primera función es racional, la segunda es a-racional, y viceversa. La primera y la última siempre van a ser las dos racionales o a-racionales. Si la primera tiene tendencia introvertida, la segunda la tiene extravertida, la tercera volverá a ser introvertida y la cuarta extravertida. Todo siguiendo siempre una estricta ley de compensación polar. También es sumamente interesante señalar que el último grafema de cada sigla de tipo depende de la introversión o extraversión de la función a-racional que oriente la conciencia: si la primera o segunda función es la percepción o intuición extravertida, ese grafema será una «P». Si son introvertidas, será una «J».
El arquetipo de la Cuaternidad
Volvamos a este tema, ya esbozado más arriba. Como comprobamos de modo flagrante, ésta es una tipología cuya estructura, desde el fundamento teórico a las consideraciones prácticas, gira en torno al cuatro. Esto puede parecer caprichoso, subjetivo. ¿Por qué cuatro? ¿Por qué no tres o veintiséis? A colación de esto, traigo ahora un sueño que no está inspirado, sugestionado ni alentado desde ningún estudio o información previo acerca de los tipos psicológicos junguianos o el MBTI:
El sujeto vivía, en su sueño, en un edificio de cuatro plantas, sustentado en cada ángulo por cuatro gigantescos árboles a modo de columnas, que se asentaban en el suelo y se perdían en la profundidad de la tierra, hacia sus raíces. El soñante vivía en la última planta, la superior, y descolgándose entre lianas y ascensores, iba ocupando todas las plantas. Las de arriba eran luminosas, pulcras, ordenadas; cuanto más abajo, más oscuras, desordenadas y derruidas.
Un sueño como éste podría tomarse como un contundente modo en que el mismo inconsciente avala el empleo de la cuaternidad en toda tipología que quiere ser realmente consecuente con la realidad de su estructura. En efecto, los cuatro árboles parecen aludir de un modo muy gráfico a las cuatro funciones, que se continúan más allá de la psicología personal hasta sus fundamentos arquetípicos en el Inconsciente Colectivo. Podríamos inferir que el «árbol» de la sensación enraíza en el arquetipo Tierra, el del pensamiento en el Aire, y así. Las cuatro plantas del edificio son la distribución psíquica del soñante, los lugares psicológicos que habita: las altas son sus funciones principales, «educadas» y provechosas, y las bajas las funciones relegadas al inconsciente, es decir, las funciones de su Sombra (el primer piso, la función inferior, sería la función principal del Anima, al ser el soñante varón), de ahí su estado decrépito: son estancias vacías, abandonadas. Es decir, que poco se habitan y se usan.
…Continuamos con la Historia
Una vez establecida la filogénesis de la tipología junguiana, y habiendo hecho una aproximación sinóptica a ella, nos vamos a seguir ocupando de la historia general de la tipología hasta nuestros días.
Regresamos un paso atrás en el tiempo desde Tipos Psicológicos para recuperar el hilo de aquella caracterología propuesta por el psicoanálisis freudiano a principios del siglo XX, con sus cinco tipos evolutivos: oral, anal, fálico, genital. En este contexto destacan también los trabajos posteriores de discípulos tales como Melanie Klein (posición depresiva, paranoide, etc.) o Karl Abraham (Tipo Oral I, Oral II, etc.).
En 1922, Kretschmer, continuador de la saga de los Viola y Pende, publica en Alemania el primer ensayo sobre su caracterología, donde introduce una relación entre la morfología y la personalidad. Diferencia cuatro morfologías básicas:
Leptosoma: Pelvis ancha, cabeza pequeña y cuello largo y delgado, manos y pies largos y estrechos.
Pícnico: Caracterizado por: caja torácica abombada y corta; relieve de formas redondas suaves, con mucho tejido adiposo.
Atlético: Complexión fuerte, hombros anchos, pelvis estrecha.
Displásico: Incluye los casos de anomalías constitucionales.
Y tres caracteres:
ESQUIZOTÍMICO: Se desconecta fácilmente de la realidad y se aísla; su sensitividad es marcadamente bipolar: o muy exagerada o muy disminuida; es muy susceptible y suspicaz o totalmente indiferente y frío; sus impresiones son más de orden psíquico que sensorial; exterioriza poco, es callado y reservado; su intimidad difícilmente puede ser penetrada; es poco influenciable por el ambiente y poco práctico.
(Obviamente introvetido)
CICLOTÍMICO: Sus características son: sociable, abierto, cordial; su vida está condicionada por el estado de ánimo fluctuando entre la alegría y la tristeza (ciclo), sin que haya causas externas que lo motiven; no tiene lógica fuerte; su capacidad de trabajo tiene orientación práctica.
(Obviamente extravertido)
GLISCROTÍMICOS: Se caracteriza por: el predominio del aspecto psicomotor, necesitando mucha actividad física; son sujetos poco flexibles; persisten insistentemente en lo que piensan; su conversación tiende a ser monotemática; son pegajosos en el trato social
(Introvertidos y extravertidos con gran complejo de inferioridad).
No hay pruebas que avalen esta tipología, pues si bien en caracteres psicóticos parece que sí se cumple esta correlación físico-psíquica, en condiciones normales la estadística demuestra que no.
W.H. Sheldon, profesor de la Universidad de Harvard, inició sus estudios sobre tipología en 1928, siguiendo la misma línea de Kretschmer, y publicó los resultados en 1940. Sus tipos morfológicos son los siguientes:
ENDOMORFO, que corresponde al pícnico de Kretschmer. MESOMORFO, que corresponde al atlético, y ECTOMORFO, que corresponde al leptosoma.
Sus tipos psicológicos son los siguientes, basados cada uno en un particular desarrollo de cada uno de los tejidos embrionarios:
VISCEROTONIA: Corresponde al ciclotímico. SOMATOTONIA: Corresponde al gliscrotímico. CEREBROTONIA: Corresponde al esquizotímico de Kretschmer.
El español Gregorio Marañón en 1939 hace una clasificación basándose en las ideas kretschmerianas, que salen publicadas en su libro Manual de las enfermedades endocrinas y del metabolismo en 1939. Por una parte clasifica las constituciones normales y por otra las constituciones anormales o displásicas. Dentro de las constituciones normales, hace una división en tres tipos:
Hipoplásico, caracterizado por su pequeñez general y sus proporciones infantiles.
Asténico, con predominio de los diámetros longitudinales, esqueleto grácil, musculatura fláccida, hombros estrechos y tórax plano y estrecho.
Pícnico, con predominancia de estructuras horizontales y características opuestas al asténico.
El grupo, menos frecuente, referido a constituciones anormales estaría compuesto por los tipos gigantoide, infantil, eunucoide e hipergenital
Hace Marañón un análisis particular de las tipologías femeninas, dado que, según dice, los tipos morfológicos admitidos hasta ahora crean dificultades a la hora de clasificar a las mujeres, pues, a su parecer, ellas son «tipos en evolución, no estables», como sí lo es el varón. Por esta razón, y basándose en ese carácter evolutivo, Marañón designa los tipos constitucionales de las mujeres con los títulos de constitución I, II y III.
El tipo I corresponde a la infantil de psicología infantil y sugestionable, libido normal y un erotismo (orgasmo) escaso y tardío.
El tipo II es el asténico o también lo llama femenino medio o puro, es el prototipo de la feminidad. Regla regular y abundante. Gran capacidad concepcional. Poseen una psicología muy femenina, con sensibilidad, emotividad y tendencia al narcisismo.
El tipo III o pícnico, también llamado intersexual corresponde a las mujeres de talla media o alta. Tienen una psicología decidida, de acentos viriloides, con tendencia a la actuación fuera del hogar.
Eysenck, en sus trabajos a partir de la década de los cuarenta, parte de un modelo factorial de la personalidad , basado en un modelo neoconductista con matices junguianos que combina los principios del aprendizaje y los factores biológicos y que tiene tres ejes dimensionales : extroversión-extraversión, neuroticismo-estabilidad y psicoticismo-normalidad.
Prestemos ahora una especial atención al Eneagrama, en nuestros días quizás el más popular cuestionario y modelo tipológico (junto al MBTI), usado profusamente en la Gestalt.
Lo que en Occidente se conoce acerca delEneagrama tuvo su inicio con George Gurdjieff, cuyas ideas principales quedan reflejadas en el libro Fragmentos de una enseñanza desconocida, de su discípulo G. Ouspensky. Es muy de destacar que el eneagrama no comenzó siendo una tipología, sino un arquetipo maestro para entender el funcionamiento cíclico de todos los procesos cósmicos.
Fernando String, músico y musicoterapeuta, nos resume la historia del Eneagrama y la tipología a él adscrita como sigue:
«A Oscar Ichazo se le atribuye la introducción del eneagrama supuestamente sufí en círculos académicos, primero en Chile, de donde es originario, y luego en EEUU. Ichazo se educó en Bolivia y Perú y fue introducido en la tradición sufí del eneagrama por un hombre cuyo nombre él prefirió no revelar. Algunos años después Ichazo atrajo la atención de algunos miembros del Instituto Esalen (California), entre los que se encontraban Claudio Naranjo, O`Leary, Helen Palmer y otros prestigiosos psiquiatras que actualmente enseñan dicho conocimiento. El sistema del eneagrama fue introducido por primera vez de manera publica en el Curso de Experiencias Religiosas realizado en 1971 en la Loyola University de Chicago y posteriormente en distintos seminarios y talleres por todo el planeta en los que se ha podido constatar experimentalmente la validez de este sistema».
Los eneotipos descritos por el Eneagrama son los siguientes:
Eneotipo 1: son personas tranquilas y cuyo temor más grande es a perder la compostura. La peor trampa que se pueden hacer es querer ser perfectos en la vida. Su mayor reto es contener la ira. Evitan la rabia.
Eneotipo 2: son personas amorosas, serviciales, entregadas al mundo. Pero en el fondo su mayor pecado es temer por sus necesidades básicas. Evitan el orgullo.
Eneotipo 3: son personas que jamás van a aceptar que se equivocaron. Y esto se debe a que temen no ser eficientes. Están orientados al éxito por sobre todas las cosas. Evitan el fracaso.
Eneotipo 4: sienten que nadie los entiende. La trampa del 4 es que quieren ser auténticos; otra es la envidia. Siempre sienten que los demás son mejores que ellos. Evitan ser comunes y corrientes.
Eneotipo 5: son personas bastante introvertidas y se refugian en el conocimiento. Su mayor pecado es que son avaros con ellos mismos: hablan poco, no se comunican con facilidad. Corresponden al tipo de personas que en reuniones de trabajo no hablan hasta que se les pide su opinión que, por lo general, es brillante. Evitan el vacío consigo mismo.
Eneotipo 6: necesitan sentir seguridad a como dé lugar. Se mueven por el temor y se refugian en el grupo. Evitan salirse de las reglas.
Eneotipo 7: por lo general, son positivos y encantadores. Aparentemente idealistas, siempre le buscan el lado bueno a todo. Su pecado es la gula, en el sentido de ansiar tenerlo todo. Evitan el dolor.
Eneotipo 8: son los justicieros, aquellas personas que siempre están defendiendo lo que piensan. Son valientes y osados. Evitan la debilidad.
Eneotipo 9: son las típicas personas que nunca se enfrentan al mundo. Su juego es ser los pasivos del equipo, pero su pecado es la indolencia, la pereza. Evitan el conflicto.
La tierra madre donde se asienta el Eneagrama es la misma de la que nace el MBTI: la Psicología Transpersonal. Su eficacia y alcance, muy superior a otras tipologías, se debe a este enfoque psicológico, que provee al investigador y al terapeuta de los mejores medios para afrontar las realidades psíquicas. Sin embargo, desde nuestra perspectiva, podemos hacerle una doble crítica. Por un lado, le achacamos lo mismo que a la Astrología: carece de una fundamentación teórica suficiente. No sabemos desde qué lugar se avala la estructura eneagonal en que se sustenta y oscuramente en qué se justifica el modo de ser de cada tipo, quedándose por tanto en un saber a caballo entre lo puramente intuitivo y lo meramente descriptivo. Por otro, su tendencia, igual que le ocurría a Furneaux Jordan, es a valorar a los tipos según su Sombra, es decir, sus debilidades, torpezas y carencias. Es una visión parcial, negativista, que acusa a las diferentes personalidades de proceder del error, el vicio y el trauma, olvidándose por completo de que todo rasgo de carácter que sobrevive y perdura lo hace porque contiene una esencia positiva detrás de su adaptación exitosa. Todo carácter, en efecto, deja de expresar, en relación a la Totalidad, importantes tendencias, instintos y necesidades, pero al mismo tiempo existe porque es precisamente la necesaria expresión y desarrollo de otros.