Fecha de creación: 06/01/2008
Construyendo los cimientos de una nueva era
José Antonio Delgado
Ldo. en Ciencias ambientales
«Confiad en los sueños, pues en ellos está oculto el pórtico de la eternidad»
Khalil Gibrán
Recién entrados en el Año Nuevo, los medios de comunicación nos han bombardeado con noticias que presagian un nada halagüeño panorama para los próximos meses. El precio del petróleo ha llegado a máximos históricos, el mercado inmobiliario está inmerso en plena crisis, la inflación se ha disparado por encima del 4 %, el paro ha aumentado vertiginosamente, el cambio climático se hace cada vez más perceptible… Aunque algunas voces políticas insistan en quitarle yerro al asunto, o precisamente por ello, lo cierto es que el 2008 inicia un ciclo que durará unos 14 años y que estará marcado por la transformación de las estructuras económicas, cimentadas en el uso del petróleo (y sus derivados) como fuente principal de energía, del sistema financiero, de las instituciones sociales, políticas y religiosas, etc.; en definitiva, por una auténtica reconstrucción, tras una demolición que lleva ya años produciéndose, de los pilares sobre los que descansa nuestro mal llamado Estado del Bienestar. Tan es así que el supuesto Bienestar lo es sólo para unos pocos y, aún estos, viven esclavizados al ámbito de la materia [1].
Para quienes consagramos nuestra vida al estudio del alma humana, hace ya muchos lustros que venimos observando el continuo deterioro de los pilares espirituales sobre los que descansa Occidente, a semejanza de un tumor maligno que en su metástasis los va corroyendo por dentro. Es así que, la crisis económica y financiera mundial, no es sino una de las manifestaciones del proceso de muerte-renacimiento al que se ve abocada nuestra cultura, es decir, una de las expresiones más conspicuas del final de una Era, la de los peces. Un final que es, al tiempo, también un principio de una nueva Era, la del aguador que abrevará con el aqua sapientiae a aquellos que colaboraren con la inevitable transformación que se está produciendo. Al igual que muchos otros, colaboradores y colegas los unos, especialistas de las más diversas especialidades los otros, buscadores de la Verdad todos, hace ya cerca de una década que he venido publicando diversos ensayos y artículos, en los que iba advirtiendo de lo que se estaba produciendo detrás de bambalinas, y de lo que estaba a punto de manifestarse en las más diversas esferas de la Vida. Así, y tras un colosal esfuerzo, tanto material, dados mis escasos recursos, cuanto intelectual y moral, expuse los resultados de mis investigaciones, y la fuente de mis pre-ocupaciones, en mi libro El Retorno al Paraíso Perdido. La renovación de un cultura, publicado por la editorial Sotabur, dirigida por mi buen amigo Ángel Almazán de Gracia, hace ya casi cinco años. El libro, en aquel entonces, no tuvo una gran acogida por el público, en parte porque se trata de un libro complejo, enemigo acérrimo de la pereza mental y la estulticia que se ha adueñado de buena parte del colectivo y, en parte también, porque no ha tenido la propaganda de los grandes bombazos editoriales; cosa que, por otro lado, siempre he tratado de evitar, por lo que sólo fue comercializado a través de la web oficial del editor, www.soriaymas.com. Hoy en día, únicamente dirigiéndose directamente a nuestra web www.odiseajung.com, dirigida por Raúl Ortega, o bien, a la del propio autor, www.sanesociety.org/es/joseadelgado es posible obtener ejemplares. Lamentablemente, todo cuanto expuse en mi libro se ha ido manifestando en el transcurso de estos últimos tiempos, y aún continuará por muchos años, y el deterioro cultural que entonces advertí se ha ido profundizando año tras año, hasta adquirir unas dimensiones rocambolescas.
Tengo el firme convencimiento de que las manifestaciones materiales de la crisis estructural que embarga a occidente serán el necesario acicate para la transformación de las consciencias de miles de personas. Motivo por el cual considero que puede resultar de interés que dedique algunas líneas al estudio de los arquetipos constelados. Para ejemplificar la dinámica de las energías arquetípicas que están operando en la sociedad, en estos momentos, voy a exponer e interpretar varios sueños, provenientes de mis analizandos, quienes han tenido que enfrentarse, en su vida privada, a los arquetipos constelados en la actualidad. El primero de ellos pertenece a una mujer de mediana edad, a la que llamaremos Sandra, y que llevaba más de un año bajo análisis terapéutico. El sueño es el siguiente:
“Me encuentro suspendida en el aire, como levitando, en el interior de mi casa. Bajo por las escaleras, llego al salón y siento que unas fuerzas ajenas a mi voluntad me mantienen en ese estado de levitación. Intento mirar hacia arriba pero me es imposible. Observo que los muebles del jardín, que ahora están en el interior de la casa, están fuera y veo cómo la lluvia moja los muebles.”
El motivo de la levitación, así como de sentirse impotente frente a esas fuerzas que actúan sobre ella, la levantan y la mueven a su antojo, ya había aparecido en un sueño anterior. Ella sentía que no podía hacer nada contra esas fuerzas sobrehumanas. Estas fuerzas que actúan más allá de la voluntad y del control consciente de la persona, y a las que está supeditada, son las energías arquetípicas en acción, o sea, los arquetipos. Elevarse sobre el suelo la permite, en cierto modo, obtener una perspectiva “más elevada” sobre la que observar el devenir de los acontecimientos de su vida. Además, al tomar contacto con esas fuerzas sobrehumanas, Sandra podría tomar consciencia de qué hilos son los que mueven el Destino humano y, por lo tanto, también el suyo. No obstante, el sueño muestra que aún no ha sido capaz de darse cuenta del lugar del que proceden dichas energías, puesto que no puede mirar hacia arriba. En cierto sentido, las mismas fuerzas arquetípicas actuantes son las que la impiden mirar (ser consciente) para ver qué es lo que sucede arriba (en el mundo de las ideas arquetípicas).
El hecho de que los muebles estén en el exterior, lugar al que pertenecen, parece sugerir que los “adornos” o “el decorado” de su casa (símbolo de la personalidad total) están siendo sacados del fuero interno para ser observados objetivamente y, gracias al agua de lluvia, son limpiados. Es una suerte de purificación de los deseos por los bienes materiales, representados en el sueño como lo que realmente son, adornos, o sea, un decorado que viene a mejorar, a alegrar y a embellecer la existencia, pero que en sí mismo no es lo importante. Sandra había dado un valor excedido a los adornos, por encima de la personalidad total, y eso se había convertido en una especie de lastre, de impedimento o de obstáculo para la realización de su personalidad. Al sacarlos fuera los objetiva y les retira la energía que había investido en ellos, al tiempo que se produce una conjunción de elementos contrarios: la lluvia que procede de arriba, del cielo, se une con los muebles (y con el jardín) a los que moja y limpia. Esto es una especie de unión de elementos contrarios, una hierogamia entre el Cielo y la Tierra, Espíritu y Materia. De ese modo se elimina la tensión que hasta la fecha había existido entre los objetivos y la voluntad de la consciencia y lo inconsciente o, más en propiedad, la consciencia deja de oponerse a lo inconsciente. Como es habitual en la sociedad occidental, Sandra se había fijado unos objetivos conscientes en los que sólo tenían cabida la obtención de poder, sin importar qué medios se utilizaran para ello. Así, intentó manipular, controlar y dominar todo su entorno, a su marido y a sus hijos, con el fin de conseguir los fines egoístas que se había propuesto conscientemente. Fuertes conflictos de poder, con las personas más cercanas, con las consiguientes escenas de violencia incontrolable en su deseo de lograr controlarlo todo y a todos, habían echo acto de presencia. El sueño indica que la pretérita oposición entre los objetivos conscientes y lo inconsciente desaparece y la libido discurre de arriba hacia abajo. Esta escena representa una típica fase de albedo, o sea, un proceso de retirada de proyecciones en los objetos externos y de un vaciamiento de la energía con la que se habían investido. Es decir, ya no se le concede la excedida importancia de antaño a los temas mundanos, profanos, prosaicos, contingentes. Es importante hacer notar que Sandra estaba tomando consciencia de que las cosas materiales, los objetos, no tienen ningún valor en sí mismos, sino sólo el que uno les concede. Esto significa que, con la retirada de proyecciones, hace retornar la energía a la fuente de la que procede (Sandra) y, con ello, adquiere la energía y la libertad necesarias para que tenga lugar su proceso de individuación. De ese modo, deja de ser esclava de los deseos y pasiones que suelen despertar los bienes materiales y, lo que es más importante, Sandra se dio cuenta de que dejaban de asustarla (interiormente) tan dramáticamente las convulsiones, los cambios, las crisis, en una palabra, el devenir del mundo de la materia, al conocer la fuente de la que procedía dicho devenir (las fuerzas sobrehumanas que actuaban sobre ella y la hacían levitar).
En general, todos aquellos símbolos que aluden a lo contingente atañen a la máscara o persona. Esta última se refiere a la pose o la careta que uno se coloca para relacionarse en sociedad y tiene la finalidad de aparentar ser alguien que, las más de las veces, nada tiene que ver con quien uno es realmente. La persona es necesaria para convivir en sociedad, como son necesarios los trajes que uno viste en las diferentes ocasiones. Pero uno no es la ropa que lleva, ni el maquillaje que utiliza. Eso son máscaras, cosas superfluas, añadidos externos que adornan el cuerpo, nada más. El problema se presenta, como le había sucedido a Sandra, cuando se produce una identificación con esos adornos que uno lleva y ya no se puede prescindir de ellos, porque son éstos los que definen al individuo. O sea, uno se convierte en sus adornos. Esta identificación con la persona conduce, en último término, a la orientación hipócrita y falsa, a la postre materialista, que impera en la sociedad moderna. Puesto que uno se rige por los estereotipos que marca la sociedad, la familia, etc., se convierte en un borrego [2] más dentro del rebaño colectivo. Uno hace lo que hacen los demás, sencillamente porque así lo hacen, pues, de lo contrario, a uno le pueden tildar de excéntrico o extravagante. Y no cabe duda de que identificándose con el colectivo se obtiene a cambio un sentimiento de seguridad, de pertenencia, de apoyo mutuo y de creencia en que uno lleva una vida socialmente irreprochable. Pero, junto a ese condicionamiento al ser y actuar del rebaño, el individuo renuncia a su libre albedrío en el pensamiento y en el obrar. De modo que la libertad de criterio propio sólo es posible disolviendo la persona, quitándose la máscara frente al espejo, para ver quién es uno en realidad.
Todo esto, por supuesto, lo ignora la consciencia del individuo, quien no tiene ni idea de hasta qué punto se mueve por criterios ajenos, zarandeándose al son de los vientos colectivos. Por tanto, un individuo identificado con la persona es muy propenso a sufrir contagios por los violentos movimientos de masa. Sólo fortaleciéndose el individuo, retirando las proyecciones en los objetos, que lo esclavizan a sufrir los cambios que indefectiblemente suceden en el colectivo, podrá hacer frente a todo afloramiento de barbarie. Algo que acontece toda vez que se produce una transformación estructural. Vivimos en una época de desmoronamiento de leyes, pautas obsoletas de comportamiento, valores rectores de la actitud consciente, modelos de organización social, institucional y política, etc. Los pilares sobre los que se asientan nuestras “avanzadas democracias”, que se jactan de ser baluartes del proclamado Estado del Bienestar, con el consumismo y el materialismo a ultranza que caracterizan al capitalismo imperante, están sufriendo una descomposición acelerada, que acabará por provocar su inevitable desplome. Ante esta situación, lo único que puede hacerse con una relativa esperanza de éxito es, como sugiere el sueño de Sandra, fortalecerse interiormente, sacando fuera lo que estorba, lo que demanda demasiada energía e impide el flujo de la libido en pro del proceso de individuación.
Al observador avezado no deja de sorprenderle desfavorablemente el predominio del arquetipo de la Madre en las sociedades más avanzadas. En España, por ejemplo, se ha pasado de un Estado gobernado por una dictadura patriarcal, a otro dominado por una disoluta y extremadamente permisiva tendencia matriarcal que, como una gran madre, ofrece indiscriminadamente el pecho a sus hijos. No es de extrañar que el aspecto negativo del arquetipo del puer aeterno, el complejo materno, afecte a tantos ilustrados y razonables hombres adultos en las contemporáneas sociedades del Bienestar. Tampoco debe causarnos asombro que haya tantos jóvenes -algunos no tanto- renuentes a abandonar el nido a edades que superan con creces la treintena de años. Ahora bien, junto a esta abrumadora mayoría de infantes rapaces, muchos de los cuales envejecerá para regresar a la nunca abandonada infantilidad interior, quienes volverán a encontrar a su mamá en la asistenta social que les cambia los pañales, les asea y les cuida nuevamente; decimos que, en oposición a estos, hallamos otros, los genuinos pueri aeterni, aquellos que han caído en el regazo de la Hystera gnóstica o Útero Materno; la Matriz del Dios Padre, de donde extraerán los delicados y excelsos elixires de vida eterna. Pues han sido sumergidos o bautizados en el agua de vida y, por tanto, pueden ser llamados, como Dioniso, los nacidos dos veces. Pero quien así renace, no es la egoísta voluntad del ego, no. Antes al contrario, es precisamente el ego quien muere, quien es inundado, violentado, golpeado y lacerado en su pretenciosa creencia de ser el único dueño de casa, para tomar consciencia de que no es sino un miembro más, con un puesto quizás algo más privilegiado. Quien renace es el arquetipo del Ser, el niño divino que desde siempre ha presidido toda individuación. Esos pueri aeterni harán caso a las palabras del Señor, dios padre todopoderoso, quien los instruirá como a Judas, en su prohibido evangelio gnóstico, diciéndoles: “apártate de los demás y te diré los misterios del reino [3]”. Y el puer aeternus genuino, hijo del verdadero Dios, del andrógino abraxas, se pondrá en pié y le dirá: “conozco quién eres y de qué lugar procedes”, “provienes del seno materno de lo inconsciente. Mas abarcas lo inconsciente y hasta la consciencia misma. Eres la luz verdadera que brota de la oscuridad. Eres la forma sin forma.” Y aunque como niño divino se manifieste es tan viejo como el propio universo. Por tanto, estos últimos pueri aeterni son hijos del Padre, no sólo de la Madre. Como Dioniso, el “dios nacido dos veces”, que terminó su gestación en el muslo del olímpico Zeus, llamado por los romanos Júpiter, renació del Padre. Sí, este detalle mítico es muy revelador, puesto que indica un tema que la comunidad jungiana parece haber pasado por alto. El puer aeternus es un hijo del Padre, como también lo es de la Madre, Semele. Esto semeja corresponderse con una primera etapa en la que el joven puer penetra en el útero materno y allí encuentra el gran tesoro, los misterios del reino: toma contacto con las nuevas ideas, las nuevas tendencias, las corrientes subterráneas que habrán de emerger a la superficie. Luego, el Padre, simbolizado en la figura del Saturno astrológico, el Senex poseedor de la experiencia vital de incontables eones, le muestra cuál es el trabajo que debe realizar en vida: labrar en roca viva todo cuanto le ha sido revelado. Esa será su hercúlea tarea, la que lo transformará en el verdadero hijo de Zeus, un Rex [4].
Puesto que, cuando esto sucede, cuando los pilares sobre los que se sustenta toda una civilización se desmoronan, cuando se produce el ocaso de los dioses y, por consiguiente, la desacralización de la vida toda se cierne sobre una cultura, es entonces que tienden a emerger sistemas de adaptación primitivos y lo inconsciente se hace con las riendas de toda una sociedad, el caos hace acto de presencia invadiendo al colectivo. Típicas manifestaciones de esta emergencia del sustrato pagano son:
- Emergencia de ideas delirantes: que pueden adoptar la forma de un fanatismo religioso, una tiranía política, poderosos deseos de poder bajo la forma de imperialismo capitalista, de estados totalitarios o autocráticos, decaimiento de los viejos sistemas “democráticos”, pérdida del poder del estado (no sin antes producirse una regresión y una intrusión del Estado en asuntos que competen a la vida privada), fragmentación de la unidad nacional de los países, con un incremento del terrorismo y de las tendencias secesionistas, etc.
- Emergencia de instintos dionisíacos: manifestaciones de este tipo lo encontramos en el incremento de la violencia, la proliferación de las guerras, el consumo de drogas, el desenfreno orgiástico, el agnosticismo, el ateismo y el laicismo agostan la vida espiritual, el fundamentalismo religioso se expande como consecuencia de una carencia de experiencia espiritual verdadera, etc. Un claro ejemplo lo constituyen las cuatro Guerras vividas en los últimos veinte años: Guerra del Golfo de 1990-91, la Guerra de Serbia en 1999, la Guerra contra Afganistán en 2001 y la Guerra contra Irak.
En los próximos años, y considerando que Capricornio está relacionado con la autoridad, o sea, con el arquetipo del Padre, será en la esfera de las ideas arquetípicas en la que se manifieste el tránsito de Plutón, horadando todo lo relacionado con las estructuras socio-político-económicas asociadas a Saturno: los gobiernos, las instituciones, las economías capitalistas [5], etc., se verán afectadas por la detonación demoledora de las energías plutonianas.
El siguiente sueño pertenece a un joven, que llamaremos Pedro, que ha permanecido bajo análisis terapéutico durante varios años:
“Estoy volando en el interior de un avión. Parece como si estuviera produciéndose algún conflicto bélico en el exterior entre algunos países. De pronto, veo que en el techo del avión se forma una aureola de un color rojo y me desplazo hacia otra zona del avión porque me resulta muy sospechosa.
Una vez en tierra me uno a un grupo que va a luchar contra aquellos que han emitido la radiación. Le explico al jefe del grupo lo que me había sucedido en el avión y en ese momento me mira, coge un aparato de medición de radiactividad y, al acercármelo, el aparato muestra que estoy contaminado. Entonces me expulsa de allí amablemente. No puedo permanecer con ellos por el riesgo a contaminarlos.
Recibo la llamada de un amigo. No sé cómo pero se había enterado de que estaba contaminado por la radiactividad. Llorando me pregunta si no hay ninguna posibilidad de que me curara. Le digo que es cuestión de tiempo. Que la gente que se ha contaminado iba perdiendo el pelo, su cuerpo se iba desintegrando hasta que finalmente moría. Y que yo moriría también, si bien no tenía ningún síntoma como el resto de los afectados por la radiación.
Al poco tiempo me llega un paquete por carta con una lista de productos que debía tomar para curarme. Complejos de vitaminas, minerales, etc., y productos dietéticos como carotenos, etc.
Después el sueño continúa y ahora me encuentro viajando en un camión y paso por una zona en la que parece hay radiación, tal vez por algún tipo de escape o por una bomba atómica que había explotado. En el sueño yo estoy bien, como si me hubiera sanado y, de algún modo, no sé cómo no me afecta la radiación del lugar. Continuamos hasta pasar aquel sitio contaminado y seguimos el viaje varias personas.”
Durante el período en que Pedro tuvo este sueño estaba inmerso en una mejora de las condiciones materiales: adquirió una casa con su pareja, obtuvo un nuevo trabajo en el que le duplicaron el sueldo, se compró un nuevo vehículo y una motocicleta de alta cilindrada. En cierto sentido, se trataba de un período de bonanza económica. Al mirar su carta natal, Júpiter estaba transitando por Escorpio y en la casa VI. Esta mejoría económica se había convertido en un auténtico peligro, porque se vio afectado por un estado de autocomplacencia y de hybris, es decir, de inflación. Se había identificado con los bienes materiales que había obtenido y se había visto contagiado por la tendencia materialista y consumista que impera en la sociedad moderna, relegando a un segundo plano el progreso espiritual que hacía tiempo había comenzado. Algunos años atrás, Pedro tuvo una emergencia de contenidos inconscientes que inundaron el ámbito de su consciencia, lo que le condujo a iniciar una terapia que le permitiera entender los sueños y las experiencias de sincronicidad que le sobrevinieron, cual aluvión, y, con ello, internarse en los inhóspitos parajes de lo inconsciente. Sin embargo, tras una mejora de las condiciones económicas se vio afectado por una inflación, deseando cada vez más bienes materiales y entrando así en el círculo vicioso del consumismo. Años atrás ya había sufrido idéntica inflación y el sueño advierte de una reactivación de ciertos temas, de viejos conflictos de proporciones colectivas. Cuando uno se confía demasiado cae en las garras de Plutón, del Diablo, o sea, del azufre rojo o, también, de la Hidra de múltiples cabezas.
La guerra entre varios países apunta a un conflicto colectivo que tiene que ver con el alquimista sol de un solo rayo, es decir, con el principio solar del Poder y la Voluntad unilateralmente dirigida, que daña a lo inconsciente, manifestándose en una violencia desmedida (guerra); por lo tanto, se trata de una lucha de opuestos, de lo masculino y de lo femenino, lucha por el poder, el dominio sobre los demás y la consecución de bienes materiales en detrimento del misterio de la vida; una suerte de obsesión por la mejora de las prosaicas condiciones de vida. Y esto precipita, en consecuencia, la muerte en vida del individuo. El bienestar económico-material [6] de Pedro es contrario a su proceso de individuación, lo que provoca un estancamiento y, por tanto, un conflicto. La búsqueda de poder y de éxito material a toda costa, sin importar los medios, es un tema relacionado con Plutón. En la carta natal de Pedro, Plutón en tránsito estaba en cuadratura con su Sol natal, activando la natal oposición Sol-Plutón. Dicha oposición simboliza una guerra entre los elementos más arcaicos de lo inconsciente y la consciencia, exteriorizándose en poderosos arrebatos de violencia, en una ambición desmedida y en fuertes deseos de poder. Pedro ostentó un deseo incoercible de expresarse libremente, luchando contra toda limitación a su expresión consciente, así como contra todo lo que le impidiera obtener lo que se había propuesto. Y sus objetivos conscientes, en ese momento, eran amasar fortuna para poder comprarse todo cuanto quisiera, sin importar las consecuencias de semejantes actos compulsivos. En el sueño aparecen dos vehículos: un avión y un camión, ambos colectivos. Este hecho indica que el conflicto al que Pedro se enfrentaba no sólo le afectaba a él, sino que se trata de un problema colectivo y, por ende, en última instancia mundial. El avión indica ascensión, subida, lo que simboliza no sólo su mejora económica y laboral, sino, también, una inflación. Y en ese avión Pedro observa una aureola roja. El azufre rojo [7] en alquimia está asociado a la acción del Diablo quien, en el sueño, parece seducirle. Un factor de su sombra le impulsa hacia la obtención de más bienes materiales, de una mejor posición social y económica. Por ese motivo, el jefe del grupo, que simboliza al Si-Mismo o arquetipo de la totalidad, lo excluye del grupo, ordenándole que se retire. Pero lo excluye después de mostrarle su contaminado estado, lo que simboliza que el Si-Mismo, sirviéndose de las manifestaciones externas de dicho estado, muestra al ego que se ha identificado con el ideal reinante en la sociedad occidental. Y el único remedio para curarse de semejante infección (que en el sueño aparece como un contagio por radiactividad, y la radiactividad es una manifestación típica de Plutón) es aumentar las defensas internas a través de vitaminas y minerales (en forma de lectura de cierto tipo de literatura, de meditación o imaginación activa, de contacto con la Naturaleza a través de paseos por la montaña, el bosque, el campo, etc., en definitiva, de continuar por la vía de la individuación), pues así el organismo se fortalece frente a eventuales ataques externos que pudieran minar su salud, tanto psíquica, cuanto orgánica.
Al igual que en el sueño anterior, el único modo de no verse arrasado por los grandes movimientos colectivos (o por los arquetipos transpersonales que afectan al colectivo), así como por los inexorables cambios en el ámbito de la realidad material, es el fortalecimiento del individuo, desde lo interior. Así, las vitaminas son, en realidad, un símbolo de la necesidad de un vuelco hacia el alma, a través de la introspección, y de un permanecer alerta a posibles procesos virales inconscientes para combatirlos con el fuego cauterizador de la toma de consciencia de las energías arquetípicas activadas. En definitiva, al contrario de la actual tendencia colectiva imperante en la sociedad, mediante la adopción de una actitud religiosa (del latín re-ligare = religarse o volverse a unir con la esencia divina, con el Atman u hombre interior, con el Ser divino que nos habita) que esté atenta [8] a todos los factores desconocidos y misteriosos de la vida, frecuentemente alejados y contrarios a una orientación consciente racionalista, rígida y unilateral. Aunque el sueño no lo muestre con claridad se insinúa una muerte y un renacimiento, es decir, una renovación. Al final de la primera parte del sueño, Pedro parece desaparecer o morir, pero luego reaparece en un camión con varias personas, con las que continúa el viaje (el proceso de individuación) y la contaminación radiactiva deja de afectarle, es decir, pese a las dificultades económicas y a la carga que la materia supone para la evolución de la consciencia, Pedro continúa su viaje, en cierto modo, inmunizado. La muerte y el renacimiento son un símbolo de un cambio drástico de estado de consciencia y, por consiguiente, una suerte de neo-iniciación.
En el sueño, a Pedro le ayuda su amigo sombra [9] , su alter ego, quien, de hecho, es el que le avisa del peligro y quien le envía la cura. La verdadera cura para esos males colectivos (materialismo, consumismo, ambición por el poder, el dominio y el control sobre las personas, situaciones y circunstancias) proviene de la toma de consciencia, algo que ya viene simbolizado en los mitos, como cuando gracias al fuego Hércules vence a la Hidra. Su amigo sombra, como el Jefe de equipo, son ayudantes en el proceso de llegar a Ser-Uno-Mismo.
El núcleo del conflicto radica en el azufre rojo, lo que simboliza la acción del Diablo. Siendo niño, Pedro dibujó un diablo de color rojo que mantenía a los hombres cogidos por hilos, moviéndolos a su antojo como si fuesen marionetas, de modo que era él, el Diablo, quien estaba detrás de la vida de todos ellos. Esa imagen muestra el problema colectivo que embarga a la sociedad contemporánea y cómo el Diablo está detrás de los actuales conflictos bélicos. En realidad, Plutón, el dios de los infiernos, es el daimon que preside el nuevo ciclo que se extenderá desde el recién nacido 2008 hasta el año 2022, manifestándose de un modo equivalente a como se le apareció a Pedro y a Sandra. Con la diferencia de que Pedro y Sandra disponían de unos recursos de los que la masa está desprovista, dirigiendo su vida hacia la consecución del destino que brota de las honduras de su Ser interior. Paradójicamente, ambos analizandos se han visto ante la necesidad de enfrentarse a la muerte en el transcurso de sus vidas, afrontando el miedo y la desesperación que todo tránsito hacia el mundo de Hades lleva aparejado.
El último sueño que deseo exponer aquí, a modo de ejemplo de las energías imperantes en la actualidad, lo tuvo una analizanda a la que llamaremos María. María soñó lo siguiente:
“Estoy en mi ciudad natal paseando contigo por la calle mientras nos dirigimos hacia el centro de la ciudad, donde hay un cráter de un volcán y en su interior un centro comercial que van a inaugurar. De pronto, mientras hablamos, me doy cuenta de que tengo que irme de viaje a algún país árabe (Afganistán o Marruecos, no estoy segura) y en ese momento te dejo. Pero antes de regresar a mi casa me voy al centro comercial porque tengo la curiosidad de conocerlo. Al ir hacia él veo que hay gente fuera mirando hacia abajo. Al entrar en él veo que hay poca gente y que tiene la forma de un cilindro y está muy acristalado. El centro comercial tiene dos plantas y en ambas puede verse el cielo, algo extraño porque está dentro de un volcán. Después me voy a casa y preparo las maletas para irme de viaje, y pido a mi marido que me lleve hasta el aeropuerto. Voy recogiendo apresuradamente cuanto puedo sin prestar atención a si lo que llevo es lo adecuado para el lugar al que voy o no. Tengo la impresión de que el avión ya ha salido pero presiento que puedo tomar otro vuelo [10].”
El sueño revela que la terapia estaba dirigiéndola hacia el centro de su personalidad. En ese centro hay un volcán y en su interior un centro comercial. Esto parece aludir a que el colectivo (el centro comercial, lugar de ocio y reunión del colectivo) está en el centro del volcán, expuesto a las erupciones y al efecto abrasivo de la lava emergente del magma interior. La imagen del volcán se asocia al arquetipo de Plutón, el dios de los infiernos. Mientras vamos paseando por la ciudad, María se percata de que tiene que hacer un viaje a algún país árabe. Esto es muy interesante puesto que parece apuntar a la necesidad de dirigirse al territorio más convulso del mundo en estos momentos. Precisamente donde el enfrentamiento entre el coloso Estados Unidos y el fundamentalismo árabe está teniendo lugar. Y, como vimos en el sueño de Pedro, representa una manifestación colectiva de Plutón. De hecho, María asoció este tema onírico nuclear con una conversación que mantuvimos acerca del significado profundo de la Yihad o “guerra santa” como lucha contra el enemigo que uno lleva en su interior. Lo que significa que se trata, en realidad, de una lucha del ego y el alter ego, la sombra [11]. Antes de irse a su casa (consciencia) se dirige hacia el volcán para conocer el centro comercial porque le pica la curiosidad de ver cómo es. Esto se relaciona con su actitud hacia un conflicto que está produciéndose tanto en su interior, cuanto, sincronísticamente, en el mundo. A María sólo la mueve la curiosidad de ver qué es lo que sucede, pero no siente un interés verdadero y profundo en conocer qué es lo que acontece en el interior de ese volcán. En cierto modo, porque siente un miedo sano a las consecuencias que se derivan de ser transformada por la visión del centro. Y ello porque, una vez que se es consciente de que es el arquetipo del Ser el que dirige el destino individual, así como de la necesidad de alinear la voluntad del ego con la Voluntad del Ser, el individuo sufre una muerte y un renacimiento. Y este proceso es extremadamente difícil, doloroso y, sobre todo, peligroso para alguien poco preparado.
Sin embargo, se dirige hacia el centro comercial donde presencia que, fuera del cráter, hay mucha gente mirando. Esa es la típica actitud del colectivo, que sólo es consciente de las manifestaciones externas del conflicto subyacente a las guerras actuales, a las erupciones volcánicas plutonianas que están azotando, y que azotarán durante los próximos 14 años los pilares sobre los que se sustenta la civilización occidental. El centro comercial es un espacio cilíndrico acristalado, constituido por dos plantas y, sorprendentemente, con un cielo en ambas. Este es un típico símbolo del arquetipo del Ser, del centro de la personalidad y núcleo cósmico. Precisamente es ese el núcleo del que procede todo cambio, el rector y el promotor de toda renovación estructural, no sólo en la vida de cada cual, como estaba sucediendo con María, sino también a escala mundial (universal o cósmica). Y, como suele suceder en la vida real, sólo un reducido número de personas se adentran en las profundidades de sí mismos, al núcleo del cráter, confrontando el verdadero conflicto en su propio interior. Del conjunto de la sociedad, sólo una minoría se atreve a bajar a los infiernos, lo que viene simbolizado en el sueño en la escasa concurrencia de gente dentro del centro comercial. El hecho de que se haya adentrado en su interior parece relacionarse, pues, con un tema fundamental: la necesidad de tomar consciencia de que la crisis que ella estaba padeciendo es un asunto colectivo, es decir, que no sólo la afectaba a ella, sino que involucra al colectivo de esta época. Y, también, la nada despreciable ventaja de conocer que ella pertenecía a ese grupo reducido que se atreve a dirigirse al ojo del huracán, a adentrarse en el centro mismo del volcán, siempre expuestos al fuego, a la vez afectivo e iluminador, de las erupciones volcánicas provenientes de lo inconsciente.
El sueño nos indica que, pese al “olvido” inicial, María se prepara para hacer un viaje a lo inconsciente, al lugar en que está teniendo lugar el conflicto que afecta al colectivo (y, por tanto, a ella misma). En el sueño se insinúa que ha sentido una resistencia a hacer ese viaje, de ahí el oportuno olvido, y que ha sido mientras caminaba conmigo que se ha percatado de que tenía que emprender dicho viaje. Es frecuente este tipo de olvidos en los inicios de un proceso de individuación. El individuo siente una reticencia y un miedo al viaje al Hades. Y es que esa inmersión de la consciencia en las profundidades de lo inconsciente alberga un peligro nada despreciable, personificado en los mitos por un seductor canto de sirena. Esto significa que lo inconsciente puede engullir a la consciencia, atrayéndola poderosamente hacia sí y precipitando una psicosis. Lo que es especialmente peligroso en personas con una consciencia limitada y estrecha. En individuos predispuestos puede acabar manifestándose en una esquizofrenia. Sin embargo, María disponía de una cierta cultura y de una actitud abierta hacia los fenómenos de sincronicidad, por lo que pudo dar forma manifiesta a la abrupta emergencia de contenidos inconscientes. No obstante, el mismo Jung apunta que existe otro peligro. Se trata de lo que él denomina una restauración regresiva de la personalidad, que desencadena una actitud que pretende degradar las misteriosas y numinosas experiencias vividas durante un período de iniciación a absurdos sin sentido, y el individuo trata de olvidar todo lo vivido, rechazando cuanto se relaciona con lo inconsciente, adoptando un racionalismo dogmático. Y todo con la pretensión de volver al rebaño, para sentir que pertenece al colectivo. Sin embargo, como en la película de Matrix, una vez que se ha accedido a la realidad del otro mundo, no hay vuelta atrás.
Ya casi al final del sueño, María se apresura a recoger cuanto puede para realizar ese viaje, sin siquiera saber si el equipaje que lleva le va a servir o no. El equipaje está relacionado con la persona o máscara y mi analizanda trata de aprovisionarse de cuantos recursos conscientes dispone para emprender ese viaje. Naturalmente, uno no sabe, a priori, si está suficientemente preparado para semejante hazaña y si las habilidades y aptitudes que suelen ser efectivas en el mundo de la luz, de la consciencia, lo serán en el reino de Hades. A fin de cuentas, uno desconoce de antemano los avatares a los que le confrontará lo inconsciente. La reticencia de la que hablábamos antes produjo un estancamiento de la libido, lo que se manifestó en un intento de continuar con su vida como si nada hubiera sucedido [12]. Sin embargo, esta tentativa no dio resultado y después de hablar conmigo en una sesión, tomó consciencia de que su vida había sufrido una radical transformación. Afortunadamente, pese a que ya hacía tiempo que debió embarcarse en un viaje de autoconocimiento y de autoexploración, al fin se decidió a iniciar esa aventura. Una aventura que la llevaría a tener que tomar consciencia del núcleo arquetípico subyacente a las conflagraciones que asedian a las sociedades occidentales.
Un importante detalle en el sueño, que no debemos pasar por alto, es la función que cumple la figura de su marido. Este último es quien la conduce al aeropuerto. Dado que en el estado inicial de una individuación el animus está completamente proyectado en la figura de la pareja, el sueño indica que es a través del animus que María será conducida hasta el aeropuerto. Desligando la imagen del animus, originalmente ligado a la figura del padre (complejo paterno), y diferenciándola como Logos discriminador, podrá María ser conducida al ámbito de las ideas superiores (los arquetipos de lo inconsciente colectivo). Pues la pareja, en general, suele ser un reflejo perfecto de los aspectos inferiores de la personalidad de cada cual. Uno se casa con lo peor de sí mismo, su lado flaco, que necesita ser diferenciado si se pretende evolucionar en el proceso de individuación. La desilusión es un sentimiento que suele acompañar a toda retirada de proyecciones, así como las imputaciones y las impugnaciones por sentirse “engañado”, “vilipendiado”. Ahora bien, estos son signos iniciales de rechazo de la parte más indiferenciada de uno mismo. Y, en efecto, visto desde la óptica de una intuición altamente diferenciada, la sensación debe parecer inmunda. Mas si sólo se queda en esa valoración, el sentimiento nunca avanzará hacia una toma de consciencia de su lado flaco y, eventualmente, a su diferenciación. Lo mismo vale para un pensamiento excelso, a quien el Eros le parece estúpido, estático, inmóvil e ignorante. Mas, frente a estas valoraciones del Logos, el individuo ha de tener presente que eso que él desprecia es su lado oscuro, su inmaduro Eros que reclama una atención preferente [13].
[1] Véase mi ensayo sobre la Unión de los Opuestos publicado en www.odiseajung.com y en la página web oficial de la Jung´s Page.
[2] A este respecto me gustaría prestar atención al significado de la palabra borrego o cordero en griego. En esta antigua lengua el término probaton procede de un verbo que significa “ir hacia delante”, refiriéndose al animal que anda hacia delante. Este verbo alude a la necesidad impulsiva de este animal de no poder hacer otra cosa que ir hacia delante. Esto enfatiza el aspecto más negativo del borrego que no tiene otra opción que seguir al carnero, su guía, allá donde vaya. Cuando una manada de lobos persigue a un carnero y lo conduce hacia un desfiladero para que se precipite al vacío, detrás de él irá el resto del rebaño. Se precipitarán inexorablemente al vacío. Por eso, en castellano suele decirse, a alguien que sigue a pie juntillas lo que su “líder” le ordena, “no te tirarás al fondo de un pozo sólo porque te lo manden”. Se está aludiendo exactamente a esta tendencia colectiva expresada en la palabra griega probaton. Cuando el instinto de seguir pegado al grupo es tan intenso, que no se puede hacer otra cosa que ser arrastrados por el colectivo, dirigido a su vez por un líder carnero, se pierde toda individualidad y el criterio propio se difumina y se extingue en el populacho. A veces observamos este tipo de conducta en la gente que va a comprar un libro o que admira un cuadro en una galería de arte. Se guía por el criterio de la mayoría y, aunque sea un auténtico bodrio, puede convertirse en un éxito de ventas. Precisamente en esa tendencia colectiva se apoyan las grandes empresas para promocionar sus productos y, por ende, de ahí también el éxito de la propaganda. Así, uno debe sacrificar al cordero dentro de sí mismo si quiere adquirir la libertad de pensamiento y acción derivada de la disolución de la identificación inconsciente con el colectivo. En astrología, el signo de Aries, cuyo símbolo es el carnero, representa el daimon que impulsa al individuo ariano a convertirse en un líder organizador y director del destino de las personas que estén, de algún modo, bajo su mando, bien como director de una empresa, como líder político, militar o religioso, o bien, como director de orquesta. Para un mayor abundamiento, véase Marie-Louise von Franz, El puer aeternus. Barcelona. Kairós. Pgs. 61 y sgs.
[3] Cf. El Evangelio de Judas, comentado por Francisco García Bazán, y publicado por la editorial Trotta. El descubrimiento de este manuscrito en 1978, en una cueva próxima al Nilo, muy cerca de dónde se hallaron los textos que componen la denominada Biblioteca de Nag Hammadi, constituye uno de los eventos más significativos de los últimos tiempos. Para el autor, la exhumación de este manuscrito representa una portentosa sincronicidad. Se trata, nada menos, que del principal texto relacionado con la sombra espiritual de la cultura occidental, y el estudio, la comprensión y la vivencia de su contenido permitirán la necesaria restauración del equilibrio y de la plenitud espiritual anhelados hoy por el escindido ser humano contemporáneo.
[4]Véanse mis ensayos sobre el puer aeternus publicados en www.odiseajung.com y en www.sanesociety.org/es/joseadelgado. También el ensayo de Raúl M. Ortega Librero, Puer aeternus.
[5] Se encuentra en elaboración un ensayo en el que trataré el simbolismo asociado al tránsito de Plutón por el signo de Capricornio, ciclo que durará aproximadamente catorce años (2008-2022).
[6] El bienestar económico de Pedro, como el encomiado Bienestar de las sociedades democráticas, lo es sólo en apariencia. Pues la ciega compulsión que domina su conducta procede de lo inconsciente, es decir, del arquetipo de la Mater (materia). Y si para el individuo, como vemos, se trata de algo contrario al proceso de individuación, para el colectivo, correspondientemente, es opuesto al tan lisonjeado progreso. Téngase en cuenta el histórico vuelco unilateral de la tendencia hacia la espiritualidad, parca en lo material, al materialismo imperante. Es precisamente esta tendencia ciega, compulsiva y unilateral la que hará que las estructuras “materiales” del patriarcado se desplomen en los próximos años. Véase nota 1.
[7] El azufre rojo lo podemos relacionar con la cuadratura Sol-Plutón por tránsito que activaba su natal oposición Sol-Plutón. La oposición Sol-Plutón se corresponde con una personalidad dominante, de una agresividad abrumadora, autoritaria y con una poderosa voluntad. Asimismo, se asocia con la negativa a aceptar otra autoridad que no sea la propia. Pedro procedía manipulando a las personas con las que se relacionaba (esposa, compañeros de trabajo, incluso jefes) para obtener sus objetivos conscientes. Y, cuando esas maniobras no surtían efecto, entonces exhibía una actitud dominante, desafiante y violenta contra todo aquel que contrariara sus objetivos. El sueño le muestra a Pedro que esa actitud egoísta y manipuladora era contraria a la Vida, por eso el jefe del grupo (un símbolo del Sí-Mismo) le expulsa. Si quería colaborar en la lucha contra las tendencias colectivas dominantes, primero debía percatarse de que él estaba infectado por la misma radiación y, por consiguiente, debía sanase a sí mismo.
[8] Resulta muy significativo que el soñador se refiera directamente a los carotenos que, como se sabe, están relacionados con el sentido de la vista. Evidentemente, se trata en este caso de vista interior, o sea, de la función visionaria: la intuición.
[9] La sombra o alter ego aparece en el sueño como un amigo. Esto es así porque Pedro hacía tiempo que había aceptado los aspectos negados por el ego consciente. Y, gracias a ello, se había liberado de las pautas sociales, siendo honesto consigo mismo, por lo que la sombra se había transformado en su amigo, un genuino hermano gemelo que le avisa de los peligros de una actitud egoica unilateral.
[10] El sueño tuvo lugar durante un tránsito de Plutón por Sagitario en la Casa XII. Así, el cráter sería una imagen de Plutón; el lugar de concentración colectiva, el centro comercial, se relaciona con la casa XII; y el viaje, con Sagitario en la XII. Todo aquello que María había mantenido oculto al haz de luz de la consciencia, su sombra, estaba emergiendo. Ese había sido el acicate para iniciar su terapia. Pero detrás de la sombra individual, asomó el arquetipo de la sombra colectiva (plutón), lo que la obligó a encarar y a tomar contacto con ciertos aspectos oscuros de su personalidad, con los que nunca antes se había enfrentado. Cuando no se encaran estos aspectos ocultos y desagradables de la personalidad con honestidad, acaban proyectándose al exterior, lo que puede manifestarse en la aparición de enemigos secretos. El complejo materno negativo de María la impulsó, sin que ella fuese consciente, a involucrarse en un triángulo amoroso. El “secreto enemigo” resultó ser una esposa ofendida que, como Hera, dirigió todo su odio y su frustración contra la figura de la amante de su infiel esposo, Zeus. Jung ha manifestado que en esos casos las mujeres parecen buscar situaciones imposibles, rompiendo matrimonios o parejas estables. Y, como Jung señalara también, esto tiene su lado positivo, porque el clamor afectivo no sólo calienta los ánimos, sino que ilumina y es un acicate para la toma de consciencia. Pero, además, he comprobado la importancia que tienen estos episodios en el proceso de individuación de todos los involucrados. A fin de cuentas, lo que parece buscar lo inconsciente al enamorarse de alguien comprometido es provocar la ruptura de una situación estancada. Finalmente, al reconducir a María hacia la toma de consciencia de su actitud hacia su sombra, la terapia consiguió su verdadero propósito: lo que podríamos llamar un “enamoramiento del propio destino”.
[11] Para mayor abundamiento sobre el significado de la sombra véase mi ensayo Descorriendo Velos, publicado en www.odiseajung.com
[12] María expresó esta idea al decirme que ella estaba con un pie aquí y otro allá. Y espetó con vehemencia una protesta porque, según ella, yo estaba en el otro mundo y por eso entendía las manifestaciones de su inconsciente (sueños, fantasías, etc.), y que esa había sido mi elección. Pero ella no quería entrar y permanecer allí. Lo que desconocía era que, en efecto, yo había descendido al mundo de los muertos y gracias a mi descenso al Hades y, sobre todo, a que había regresado al mundo de los vivos con el tesoro allí escondido, era que podía ayudarla a ella (y a otras personas como ella) a realizar la transición final. Afortunadamente, María debía realizar ese viaje al submundo de lo inconsciente pese a sus reticencias iniciales, tal y como su inconsciente la estaba mostrando. Para una mujer extravertida y sociable como ella, la vivencia de profunda introversión que insinúa el tránsito de Plutón por la Casa XII en Sagitario resultaba muy frustrante. De hecho, la vivencia de la cara oscura de Dios no deja de provocar una cierta conmoción, puesto que la Justicia Divina está bien alejada de la justicia humana. Un ejemplo de esta confrontación la encontramos en el relato bíblico de Job.
[13] Véase Raúl M. Ortega Librero, De Nuevo, Edipo. La actualidad de una ilusión en www.odiseajung.com