El asunto es polémico donde los haya. He decidido publicar más de un artículo al respecto para dar cabida a un mínimamente suficiente monto de información (ejem…) sobre las posturas y argumentos de los dos costados en litigio. Vamos a empezar con una recopilación de recortes de prensa:
Niños y niñas separados contra el fracaso escolar
La educación distinta por sexos reaparece ante supuestas diferencias cognitivas entre los dos
Colegios para niños y para niñas. Separados por clases o según las materias. En todo el recorrido educativo o sólo en algunos tramos. La educación diferenciada, o single-sex education, se abre paso como una alternativa al modelo estándar de coeducación, o educación mixta.
M. ANTONIA SÁNCHEZ-VALLEJO (para El País)
En Berlín, la iniciativa está implantada en centros públicos. En Washington DC, 20 escuelas ‘fallidas’ por fracaso y violencia escolares se plantean reabrir sus puertas a un solo sexo. Suecia, Canadá, Australia y numerosos países latinoamericanos conocen la experiencia en la escuela pública. En España, mientras, 150 colegios ofrecen enseñanza por sexos, pero sólo en centros privados o concertados. La mayoría de ellos están adscritos a congregaciones o movimientos religiosos, algo que no sucede en el extranjero.
¿Vuelta a la escuela del catón, el florido pensil y el crucifijo? ¿O intento de superar, de otra forma, los males intrínsecos del sistema, ese fracaso escolar que recuerda año tras año el Informe PISA? Los defensores del modelo colocan en primer plano el argumento de las diferencias cognitivas entre hombres y mujeres, que se manifiestan en el proceso de aprendizaje y se sustancian a la postre en porcentajes de fracaso escolar que varían por materias y por sexos. Sus detractores lamentan la exclusión y atisban un retroceso incompatible con la creciente diversidad de la sociedad. Si hay escuelas para niños y para niñas, ¿por qué no para inmigrantes, o para hijos de familias monoparentales, o para sordos?, plantean estos últimos.
El Senado de Berlín, a iniciativa de los socialistas, recomendó en 1999 la separación de chicos y chicas en un intento de discriminar positivamente a éstas para que «perdieran el miedo a las materias científicas», reza el informe de la entonces ministra de Educación socialista, Ingrid Stahmer. La iniciativa echó a andar en 158 colegios públicos, que optaron por la separación en las clases de materias técnicas y científicas, ante la evidencia de que, a la hora de elegir entre ciencias y letras, «sólo un 15% de las chicas escogía matemáticas, frente a un 33% de los chicos». La propuesta se basa, según el informe de la ministra Stahmer, en los diversos intereses de ambos sexos según las materias, y «en sus diferentes modos de acceder a los contenidos y las metas» de esas asignaturas. El objetivo confeso de la propuesta no es otro que evitar que las mujeres queden relegadas académicamente o limitadas en la elección de su carrera profesional. Es decir, discriminación positiva.
En España, sin embargo, la oferta no responde a ninguna iniciativa semejante, sólo a un modo de enseñar, y de aprender, que se consideraba extinto: el de la escuela en blanco y negro. Una de las principales defensoras del modelo diferenciado, María Calvo, que ha escrito varios libros sobre la materia, niega cualquier parecido con el pasado reciente. «No proponemos volver a la escuela de los años cuarenta. La gente inmediatamente piensa en el franquismo y te llama retrógrado, pero el modelo de educación diferenciada consiste sólo en atender a las diferencias cognitivas dando un empujón a niños y a niñas en las materias en que flaquean», afirma Calvo. Las matemáticas como dominio masculino y la comprensión lectora como el femenino son los dos campos en que uno y otro sexo alcanzan la mejor puntuación, según el Informe PISA, que evalúa el nivel educativo en secundaria de los países de la OCDE. «En razonamiento lógico-matemático los varones van muy por delante, eso explica que en España, por ejemplo, sólo acceda a ingenierías técnicas un 24% de chicas», prosigue Calvo. «La destreza y las habilidades lingüísticas, una mayor fluidez verbal, corresponden más a las niñas». ¿Determinismo fisiológico o discriminación sexista, en el sentido más recíproco del término? «Esto es ciencia pura -replica la profesora-, yo soy la primera defensora de la igualdad. Pero para lograr la igualdad hay que tener en cuenta las diferencias, para que las diferencias no se conviertan en limitaciones».
¿Qué ofrecen los centros de educación diferenciada? En su carta de presentación, bajos índices de fracaso escolar, es decir, un alto rendimiento académico. ¿Suficiente para justificar la separación? Unos 150 colegios ofrecen en España este tipo de enseñanza, pero resulta imposible averiguar a cuántos alumnos porque el Ministerio de Educación carece de datos al respecto; los registros de colegios privados y concertados dependen de cada comunidad autónoma. Como cifra orientativa, cabe señalar el caso de Fomento de Centros de Enseñanza, empresa cercana al Opus Dei que integra 34 colegios -20, concertados- y un instituto mixto de bachillerato. Los centros se reparten en 11 comunidades y atienden a una población total de 22.000 alumnos. Niños y niñas por separado, por supuesto. Creada en 1963, esta entidad supone «la mayor oferta de educación diferenciada en España», recuerda Juan Curcó, director general. «Vivimos en una sociedad plural. La clave está en la demanda, y esa demanda existe. Nuestro modelo de enseñanza, que atiende a los diferentes ritmos madurativos de los sexos, ha dado muy buenos resultados, así que no entiendo que se nos acuse de discriminar. Sería discriminatorio enseñar de manera distinta a niños y niñas, o exigir menos a uno de los sexos. Pero el programa es el mismo, los profesores también… Tras las acusaciones de discriminación hay razones ideológicas, en España aún está presente el pasado reciente».
Si la educación diferenciada mejora el rendimiento académico, como sostienen sus adalides, ¿por qué en España sólo los colegios religiosos la ofertan? Juan Curcó ignora «si hay colegios de educación diferenciada sin ideario cristiano». A juzgar por los centros consultados, la mayoría se coloca en un lado muy concreto de la Iglesia Católica: el ultraconservador. Los colegios del Opus Dei son una muestra. O el concertado Monte Tabor, en Pozuelo de Alarcón (Madrid), que ofrece un sistema de educación diferenciada mixta (sólo se separan en primaria y secundaria) y pertenece al Movimiento Apostólico de Schoenstatt.
Juan Antonio Perteguer, director del Monte Tabor, subraya que la educación que imparte su colegio es «diferenciada en las aulas, no en las asignaturas ni en el programa. Además, los alumnos de primaria y secundaria [los separados por sexo] coinciden en el laboratorio de idiomas, en el taller de teatro o en las áreas comunes: patio, comedor, etcétera». Separados, los alumnos tienen profesorado mixto, aunque los tutores son del mismo sexo que la clase: mujeres para las niñas, hombres para los niños. Teresa López Martos, tutora de 1º (niñas de 7 años), enumera las ventajas: «En el recreo muestran una tendencia natural a juntarse entre ellas, y eso, en clases separadas, se traduce en mayor homogeneidad y un ambiente más relajado. Hay más competitividad y rivalidad en clases mixtas». Santiago Barco, profesor de Historia y tutor de secundaria (de 12 a 17 años), corrobora las virtudes del sistema: «Si la clase es mixta, se concentran menos, sobre todo en este tramo. Las chicas maduran antes y los chicos se acomplejan ante su potencial». Además, tercia la tutora, «al colegio no se viene a ligar».
Aunque España es aún la excepción a una corriente cada vez más generalizada, dice José María Barnils, responsable de la Asociación Europea de Centros de Educación Diferenciada (EASSE, en sus siglas en inglés), «no hay que olvidar que aquí, hasta los sesenta, todas las escuelas eran single-sex. En comparación con los países de nuestro entorno, ahora vamos con retraso, no hay más que ver las iniciativas de algunos estados alemanes, como Renania-Westfalia, que se plantean seguir el modelo de Berlín, o Estados Unidos, donde hoy hay 366 escuelas públicas single-sex, frente a la media docena escasa de 2003. Porque la coeducación puede funcionar muy bien en algunas materias, pero en otras coadyuvar al fracaso escolar, sobre todo en secundaria y especialmente en los chicos, que pueden situarse hasta 20 puntos por debajo de las chicas en ciertas asignaturas. Y esto es pura estadística, nada que ver con planteamientos religiosos o espurios», sentencia Barnils.
Las asignaturas en las que se centra este modelo educativo son, por un lado, las matemáticas -y por extensión las ciencias- y, por otro, la lengua. Matemáticas, comprensión lectora y ciencias son precisamente las competencias estudiadas por el Informe PISA, cuyas conclusiones no dejan lugar a dudas: en matemáticas los chicos españoles están 9 puntos por encima (11, la media OCDE) de sus compañeras. En comprensión lectora, en cambio, las adolescentes españolas adelantan en 35 puntos a los chicos, porcentaje similar al promedio de la OCDE.
Si esto es así, y ahí están las estadísticas para probarlo, ¿a qué se debe? «Hay diferencias biológicas, tanto neurológicas como hormonales: diferencias en los circuitos del cerebro, en neurotransmisores, en sustancias químicas», señala Ignacio Morgado, catedrático de Psicobiología de la Universidad Autónoma de Barcelona. «Las hormonas, por ejemplo, influyen en la fluidez verbal, la rapidez perceptiva o la memoria visual. El cerebro del hombre pesa 100 gramos más que el de la mujer, pero el de ésta tiene mayor cuerpo calloso, un paquete de millones de fibras nerviosas que comunican los dos hemisferios del cerebro».
Morgado apunta las siguientes diferencias, siempre promedias: «El hombre supera a la mujer en destreza y habilidad motoras, en orientación, en razonamiento matemático, entre otras aptitudes. La mujer es mejor que el hombre en movimientos fijos y precisos de manos y dedos, en cálculo y computación matemáticas, en la percepción sensorial (salvo en visión, equiparable en ambos), en fluidez verbal y en comunicación emocional, o expresión corporal». De todo ello, advierte Morgado, no hay que inferir que la solución para contrapesar diferencias sea la educación por separado; al contrario, «creo que niños y niñas tienen que ir juntos a clase, la separación radical de sexos sería mala, y mucho mayores los inconvenientes».
Hugo Liaño, jefe del servicio de Neurología del Hospital Puerta de Hierro de Madrid, confirma la existencia de «diferencias cognitivas, o sexodiferencias». «Gracias a pruebas radiológicas podemos ver qué estrategias y caminos sigue una información a través del cerebro. El hemisferio derecho es responsable de los datos visoespaciales, y también de los musicales; es constructor y geómetra. El izquierdo está más capacitado para procesar el lenguaje, los números y la conciencia del yo. Pues bien, en las niñas el hemisferio izquierdo funciona antes que en los hombres: a los 2 años suele estar activo, frente a los 5 años en los varones. Los niños tardan dos años más en decidir si son diestros o zurdos. Y las niñas tienen menos trastornos disléxicos que ellos», enumera Liaño.
Así pues, lo que distingue educativamente a chicos y chicas son «estrategias cognitivas diversas, es decir, vías y tácticas diferentes para aprender lo mismo», resume el médico. «Los estudios por neuroimagen formal o las disecciones de autopsias han confirmado que en el cerebro del hombre hay más neuronas, y en el de la mujer más conexiones. De todo lo cual no podemos deducir que, por distintos, debamos optar por un modelo que atienda a las diferencias. Sería extremadamente prudente a la hora de establecer tal corolario. Las diferencias cognitivas existen científicamente hablando, y punto».
En el debate sobre este modelo de educación ha lugar para plantear la pertinencia de las subvenciones que recibe del Estado la escuela concertada: cada plaza en uno de estos centros cuesta a la Administración 1.841 euros, según datos de 2005 de la Federación de Religiosos de Enseñanza (FERE). ¿Es de recibo sufragar una educación separada por sexos? Según el Supremo, sí, en sentencia de 2006. Pero otros matizan. «No es legal excluir otro tipo de centros, pero la Ley Orgánica de Educación (LOE) opta claramente por la coeducación», señala Alejandro Tiana, secretario general de Educación. «La disposición adicional 25ª de la LOE considera la coeducación objeto de atención prioritaria para fomentar la igualdad efectiva entre hombres y mujeres. No sería ilegal que hubiera otros modelos como éste, no se descarta, pero no se plantea».
El secretario general de Educación neutraliza el principal argumento de los defensores de la single-sex education con otro que refleja una de las principales conclusiones de PISA: «El desigual rendimiento académico no se debe sólo a la diferencia de sexos; en los alumnos españoles incide más el nivel educativo de los padres que ser hombre o mujer. Los sistemas vigentes, además, tienden a generar heterogeneidad; hoy no se entendería un modelo sólo para inmigrantes, o para discapacitados, por ejemplo. Es más, son mayores los beneficios de la educación mixta que sus inconvenientes, porque los modelos más beneficiosos son siempre los más integradores. Y la coeducación es un modelo educativo más integrador», subraya Alejandro Tiana.
El psicólogo Guillermo Ballenato, orientador psicopedagógico en la Universidad Carlos III de Madrid, recibe cada año nuevas hornadas de chavales en el apogeo de su curiosidad intelectual. Y no tiene la menor duda: «Medir el rendimiento académico es lógico, pero no es el único baremo. La educación diferenciada va contra el sentido común, no es de recibo, y aumenta la distancia entre hombres y mujeres porque dificulta la naturalidad de las relaciones. Si van a trabajar juntos después, ¿por qué educarlos separadamente? Desde la psicología es una propuesta sin sentido, y para la sociedad sería un retroceso impensable. Además, hay que darles la palabra a ellos, a los niños, a los jóvenes, y a todos con los que he hablado les parece algo inconcebible». Porque puede parecer una obviedad determinar que para llegar a la igualdad haya que partir obligatoriamente de las diferencias, pero no plantear una vuelta a las diferencias desde una situación de igualdad. ¿O sí?
Separar para «reducir las diferencias»
El colegio concertado Montessori de Salamanca separará a niños y niñas en aulas diferentes para «corregir diferencias de rendimiento» (Público.es desde Agencia EFE)
El colegio concertado Montessori de Salamanca distribuirá en aulas separadas a los niños y a las niñas de tres años que se incorporen a primero de Infantil el próximo curso con «el objetivo de corregir las diferencias de rendimiento que existen entre ambos sexos».
Así lo ha explicado uno de los profesores de este centro educativo, Francisco Fernández de la Lama, para quien «no se trata de volver a épocas pasadas», sino de poner en marcha «un modelo pedagógico que está en alza en otros países de nuestro entorno cultural».
De hecho, según ha señalado, este sistema está implantado en numerosas escuelas públicas de Estados Unidos e incluso en varios países de la Unión Europea.
La decisión de separar a los niños de las niñas adoptada ahora por el Montessori, teniendo en cuenta que el plazo de matrícula se abre el próximo día 24 de marzo, no afectará al resto de los cursos, a pesar de que varios padres «así lo han solicitado», según ha aseverado Fernández de la Lama.
El nuevo modelo educativo pretende, en palabras del profesor, «reducir las diferencias» que existen en cuanto a rendimientos y a fracaso escolar entre niños y las niñas.
Un problema que, según ha asegurado Francisco Fernández, no sólo afecta al centro salmantino, sino también al conjunto del sistema educativo español tal y como se recoge en las recientes estadísticas del Ministerio de Educación, Política Social y Deporte, y Instituto Nacional de Estadísticas (INE), así como en otros estudios elaborados.
En este sentido, se ha referido al dato del que se desprende que el fracaso escolar es «el doble en los chicos que en las chicas», diferencia que también se da entre los alumnos que acaban la Educación Secundaria Obligatoria (ESO), ya que «el 49% de los varones necesita repetir al menos una vez» para terminar, mientras que en las mujeres «el porcentaje se reduce hasta el 26%».
(Continúa en El retorno… (II)
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