(Lo que sigue es un destripe de esta inclasificable producción, así que si alguien tiene pensado ir a verla y no le gusta que le adelanten acontecimientos…)
Tenía pendiente el visionado de esta obra desde algunas semanas atrás, cuando confeccioné una lista de las películas más señeras en cartel alrededor de la temporada de los Oscar. Yo suelo practicar con las selecciones cinematográficas algo similar a lo que vengo haciendo con los libros desde muchos años atrás: prefiero más bien dejar que ellos me elijan a mí. En el gremio transpersonal nos entendemos todos cuando hablamos de los «ángeles de las librerías», y es a eso mismo a lo que me refiero, aplicado al cine: también parece haber misteriosos batidos de alas en las videotecas, cineclubs y salas de proyección. Gracias a la sincronicidad, cualquier cosa es susceptible de convertirse en un mecanismo oracular, y los libros y el cine está claro que son dos de los contextos favoritos para ejercer las funciones de «tarot silvestre e improvisado». Otro ambiente privilegiado para la proliferación de la casualidad significativa es el encuentro amoroso, cosa que, dicho sea de paso, también acaba destacada en este documental (y en toda la producción romántica de Hollywood. Sin embargo la realidad siempre supera la ficción, y, en este ámbito, más), pero enredarse en una relación cada vez que uno necesita «tirarse las cartas» es mucho más… Dejémoslo en desgastante.
Acabo de decir «documental», y eso lo descubrí cuando ya estuve sentado delante de la pantalla. Con ese laisser faire, esa dejadez, que trato de remarcar, en la lista anoté títulos que me encontré sugeridos por doquier, como «El Lector», cuyo elenco me pareció a priori delicioso, o «Slumdog Millionaire», que nada más por su contexto boolywoodiense ya tenía ganado mi afecto. Todas las fui despachando antes de «La Historia…», que con ese título me sonaba a simple comedia situacional que echa mano, como tantos millones de guiones, del consabido siempre exitoso «caca, culo, pedo, pis». No está mal de vez en cuando un descerebramiento a la típica usanza, pero yo estos días no encontraba la ocasión ni el ánimo… Sin embargo, quizás con la excepción de «Slumdog…» (por los pelos), ninguna de las prometedoras me resultó suficientemente impactante y significativa. Hasta que, sin más remedio, le tocó el turno al prejuzgado bodrio del lote, la última de la fila, la filmación de este tal Chris Waitt.
Tardé como 15 minutos hasta tener los ojos abiertos como platos, cuando acepté la sorprendente realidad de que realmente se tratada de un ejercicio documental, y ya no los pude cerrar hasta el fin. Miento: giré automáticamente la cabeza quizás en un par de escenas, donde la obscenidad se volvió tan sacrílega que me llegó a herir en la cicatrizada sensibilidad. Bien pronto me di cuenta de que aquello que tenía delante era el brutal y revolucionario ejercicio catártico que un alma profundamente atormentada había producido en un desesperado intento de auto-terapia. Un alma que no por sentirse al borde del desahucio había perdido aún la capacidad de reirse de sí misma (lo cual es siempre motivo de buen pronóstico), aunque su sentido del humor fuera un tanto… diferente. De todos modos, confieso que el film en sólo alguna que otra escena me arrancó algún rictus de sonrisa. La perplejidad mantuvo sobrecogido a mi humor.
El documento es por sí solo impactante, y de ahí el revuelo que se ha organizado alrededor (ahora lo entiendo). Quizás la auténtica magnitud de la problemática central sobre la que gira, la impotencia, sea algo que sólo verdaderamente el espectador masculino pueda apreciar, exactamente como sólo los hombres sabemos qué signfica una patada en los testículos, y por ello el espectador femenino es posible que tenga alguna dificultad extra a la hora de apreciar realmente de qué se habla aquí. Si este es el caso, me parece de todos modos una buena oportunidad pedagógica en el arduo trabajo de diferenciación de las sexualidades genéricas, de las cuales bueno es comprender y apreciar sus similitudes, pero aún más sus agudos contrastes. Digo que por sí solo, y a pelo, lo que ha hecho el temerario inglesito se las trae, y se sobra y basta para sorprender al espectador, pero en el momento en que me tocó a mí sentarme delante de esta obra confluyeron además ciertas circunstancias «agravantes». Por un lado, había tenido una intensa sesión la mañana previa, trabajando en el caso de una paciente para quien la impotencia de su pareja es motivo crítico de baja autoestima, según la fórmula «un pene bien erecto es el mejor halago de un hombre a su amada». Como he esbozado arriba, la incomprensión mutua entre los mundos sentimentales y sexuales del hombre y la mujer es tópica y antológica, y en esa sesión estaba teniendo tantas dificultades para transmitir los auténticos trasfondos y significados de la impotencia masculina que, después de estar dudando un buen rato, decidí pasar de lo abstracto, revelado ya inconducente, al ilustrativo mundo concreto, trayendo ejemplos prácticos, extraídos de la pura vida real, contante y sonante. «De la teoría al documental». Nada nuevo, dicho sólo así. En mi estilo terapéutico estoy constantemente ejemplarizando con casos prácticos. Lo especial en esta ocasión es que, a pesar de lo delicado del tema, decidí incluirme a mí mismo como prueba, pues nada puede ser más directo y más convincente. En 42 años de agitada biografía emocional, llena de altibajos, caben más de una y más de dos «malas tardes». De mi temprana y ya muy empolvada vocación de biólogo he conservado siempre la necesidad y el gusto por la observación directa de los ejemplares de estudio, y como terapeuta me considero a mí mismo mi mejor conejillo de Indias. En cuestiones de psicología es tremendamente difícil (por no decir directamente imposible) captar el verdadero alcance de algo que no haya vivido uno mismo. Pero no siempre está uno abierto y dispuesto a contar la fuente de sus informaciones, ni es de recibo hacerlo.
Por otro lado, es imposible que lo que ocurrió esa mañana en mi consulta esté desligado del hecho de que sólo unos minutos antes estuviera escribiendo en la introducción a este Blog algo como esto (“Vanitas vanitatum et omnia vanitas”):
«…Estoy convencido de que para comprender debidamente no pocas creaciones elevadas del espíritu humano necesitaríamos conocer del creador, incluso, sus chismes más groseros de cama…»
«… Ahora que me he convertido yo también en un casquivano blogger, tengo la venia para ser obsceno y sacar a relucir intimidades (que procuraré no falsear con demasiado maquillaje)…»
En este contexto de cosas era donde yo estaba situado, rumiante reflexivo, cuando me cayó en la cabeza, totalmente por sorpresa, el loco trabajo del loco Waitt. Al día siguiente, cuando animaba a un joven paciente artista y creativo (en el gremio del audiovisual) a ver esta producción, de la que no tenía ninguna referencia, me comentó que justo venía a la sesión coqueteando con la idea de hacer una producción con reparto mínimo donde hacer las funciones a la vez de actor y director.
Por supuesto, no estaría escribiendo este artículo si no fuera porque siento que la línea de acontecimientos me anima a hacerlo.
De forma más flagrante, más tácita, más consciente o más inconscientemente, es de formas similares a ésta como se van armando los huesos que luego componen las biografías, atados con más o menos tenues hilos. Esta pequeña anécdota sirve como un ejemplo más entre millones del extraño y misterioso modo en que sujetos y hechos, almas y destinos, se van hilando en una madeja que quiere realizar alguna modalidad de Mito del Sentido. Si jugamos con las letras de «Sentido», podemos escribir «Destino», y sólo con este juego de letras ya está ilustrado mucho.
Hay un momento en el documental en que descubrimos al joven Waitt nacido bajo el Sol en Acuario. Yo jamás olvidaré las sentencias con que nuestro profe de astrología cabalística allá por por el año 1994 definió a los acuarianos (Acuario era su propio signo solar, así que debía estar documentando su experiencia propia): «A menudo demasiado cerca de la locura, se los ve en abundancia en los manicomios. O engrosan las filas del gremio de astrólogos. De nebulosa sexualidad, ni en esta acera ni en la de enfrente. A menudo creativos, inventivos, revolucionarios. Siempre un problema para sí mismos, y para los demás». El actor/director, de hecho, deja contar a una de sus novias que él ha tenido claros y contundentes brotes psicóticos, donde se consideró (¿habrá algo más típico?) a sí mismo Jesucristo. Es decir, tenemos un lote bastante completito.
En realidad, hay un elemento detrás de toda esa sintomatología que nos ayuda a explicar todos y cada uno de esos conspicuos rasgos, y se trata del Anima. Podríamos decir que el Anima es un Mr. Hyde bastante coqueto y seductor agazapado detrás del yo, que no siempre se resigna a estar metido en el armario. Como tiene una personalidad total, es decir, posee sexualidad, sentimientos, pensamientos e ideas intuitivas, si es lo bastante poderosa para salir de su claustro afecta a todas esas áreas de la personalidad del Yo masculino. El Anima es, desde un punto de vista, la Juana de Arco que dirige y azuza contra el fortín del Yo los ejércitos amotinados de lo Inconsciente. Desde otro punto de vista, a Juana de Arco como ejemplo le faltaría todo la aparatosidad sexual de la que el Anima puede alardear, y que queda bastante patente en el documental, especialmente en las escenas con la Domina. Nietzsche tiene una foto donde posa haciendo de caballito de tiro para Lou Andreas Salomé, que lo fustiga con el látigo, lo cual es una escena bastante similar, donde queda patente el poder del Anima frente a un debilitado ego. Cuando las cosas están así, la locura ronda, y eso lo vemos claro por igual en ambos tan aparentemente diversos caracteres (en el debate y combate entre ego masculino y Anima se ponen en juego energías tan universales y arquetípicas que ciertas diferencias específicas de talento y capacidad pueden dejar de tener importancia).
En una personalidad neurótica, es decir, donde las funciones superiores se mantienen aún firmes al embate, es en el área de la sexualidad, los rasgos inferiores de la personalidad, donde principalmente encuentra la señora del inframundo la grieta por la que empezar a influenciar a la conciencia. En efecto, un síntoma típico de Anima constelada y activa es la impotencia, que a menudo se da concomitante con la afeminación, o sea, la homosexualización (Crish Waitt trata de responderse una gran pregunta en su periplo: «¿Soy impotente o soy gay?»). En muchas personalidades el plano sexual es el único verdaderamente importante en el que sostenerse, y en ciertos casos el Anima parece haber encontrado su fin en la transexualización de la personalidad. Lo que estaba en el armario sale afuera, la sombre se vuelve luz y… bien está lo que bien acaba, si todo acaba ahí. Pero en otras personalidades la impotencia funciona como dique para la sexualidad, y/o la contra fuerza sexual femenina se anula con la masculina y queda neutralizado el conjunto, en un impasse. En estos casos podemos ver algo realmente maravilloso: el auténtico Tantra, el natural, el espontáneo, el que no es ni de Oriente ni de Occidente sino todo lo contrario, comienza a suceder. El Anima Kundalini, la Shakti, comienza a ascender por la escalera de chacras, y los contenidos emocionales, mentales e intuitivos que quedaban velados detrás de su conspicua apariencia sexual empiezan a enriquecer la personalidad consciente, acercándola al Centro que gravitaba detrás de todo este terrible, doloroso y esplendoroso proceso. La transformación trata de afectar entonces a los estratos elevados de la autoidentidad, pero en su carácter de ascenso gradual, provocan el agudo dolor de parto existencialista del neurótico, mas no la anestesiada destrucción psicótica. Por supuesto, este proceso tántrico puede malograrse en cualquier estado de su desarrollo, o estancarse, en una impotencia vital, no sólo sexual, crónica.
Nietzsche decía, después de su desgarrante encuentro con el Anima Lou Salomé (que en su atractivo personal excitaba profundamente la sexualidad masculina pero en su frigidez asexual la coartaba, como una impotencia): «Si no encuentro la Piedra Filosofal para convertir esta mierda en oro, estoy perdido». La búsqueda. El dolor obliga a caminar; el placer es muy perezoso. La Kundalini asciende. Nietzsche encuentra la voz de su Anciano Sabio, el personaje secreto detrás del Anima, en «Así Habló Zarathustra». Fue un paso grande para la Humanidad, quizás podríamos decir, aunque nos engañaríamos bastante. Pero de todos modos demasiado pequeño para él, aunque contenía bastantes lascas de la Piedra Filosofal que muy certeramente anhelaba el poeta. Bien, algo es algo. Lo mantuvo seis años más vivo. Quiero decir funcional, cuerdo. La pobreza de Zarathustra está en que es una postura de defensa, muy propia del introvertido, ante el Anima, no una integración de ella. El Anima es todo lo que hemos dicho hasta aquí, pero además es algo más, incluso más profundo: es la Vida. Tomar una postura diamentralmente opuesta a ella significa pues la Muerte. ¿Vida quiere decir supervivencia física? No, no es tan sencillo como eso. Vida quiere decir anécdotas biográficas, encuentros, viajes, experiencias. Lo Inconsciente, incluido el Anima, no está encapsulado «dentro» de nuestra piel. Lo Inconsciente, es decir, nuestra personalidad, nosotros mismos (que somos algo inconmensurablemente más grande que nosotros mismos), nos aborda también desde lo que nos sucede en el deambular casual por el mundo, exactamente como los sueños. Esa es la esencia de lo que llamamos Destino. Sin Anima no hay vida, sin vida no puede escribirse el destino, sin destino no hay… nada.
Chris Waitt es un Puer; como tal, básicamente es una fuerza intuitiva con piernas y brazos (y, de camino, un pene). Sin embargo es bastante despistado. No piensa con claridad, su función intelectual es muy pobre. A pesar de él mismo y sus carencias, hace lo que tiene que hacer, pues la intuición siempre es brillantemente inteligente, aún cuando la función intelectual esté atrofiada. Deambula, peregrina, escucha al Anima (¡entrevista a todas sus ex novias!), quiere aprender. Formula preguntas, y quien no formula preguntas jamás obtiene respuestas. Como digo, todo eso es extraordinariamente correcto, aún en un estilo bastante torpe. En su escasa conexión con lo terreno, necesita a la familia cerca, para sostenerse en ese plano, como en tantos casos similares. La tremenda feminidad de su carácter, con ese Anima tan constelada, produce con total naturalidad en el exterior la presencia poderosa de la madre, que funciona en este caso no sólo como conexión terrenal (cuerpo, alimentación, higiene), sino también como guía intelectual, precisamente porque el Anima de Chris es más intelectual y lista que su conciencia. La fuerte presencia materna en la vida del Puer también viene dictada desde algo aún más profundo, y es que la conexión con la madre real metaforiza a menudo la conexión con lo Inconsciente en general, «aquello que sostiene en sus brazos a la conciencia», y en particular con todos los aspectos del Anima (como Musa artística, mística y filosófica) que quedan al margen de lo sexual. La inutilidad en el plano competitivo masculino que supone un carácter en el hijo así provoca la incomprensión, el alejamiento y el enfriamiento en la figura estereotípicamente masculina que suele ser el padre (cuando no la oposición belicosa de éste), y así aparece el suyo en la filmación: desentendido, lejano.
A su incapacidad de diferenciación y su pensamiento disperso le corresponde la pluralidad múltiple del Anima (esto es un motivo consabido), tantas mujeres alrededor: cuanto más nos acercamos al meollo de la cuestión, al Centro, más se unifica todo dentro y a nuestro alrededor. Este proceso se va dando a lo largo del documental, y llega un momento en que todos los fracasos se concentran en uno, y todas las ex novias se resumen en una. Cualquier terapeuta descuidado diría que hacer agudamente consciente el dolor de sus errores y fracasos con las mujeres al enfrentarse a ello delante de la única relación realmente importante, es la clave de curación que trata de enseñarnos la obra. Desde mi punto de vista, casi nada que ver. Como trato de decir, hacerse consciente de la importancia de esa relación entre todas las demás es, dentro del proceso de ascensión de Kundalini, un hito de unificación interna, un logro en el camino de reconocimiento de la individualidad del Anima, y un acto por ello de unión con ella, que va más allá y es más profundo que una mera catarsis sentimental de pareja. Es por eso que decirle adiós a la chica, después de reconocer su importancia, no acaba en un derrumbe depresivo, lo cual sería un desenlace lógico si sólo tenemos vista para esta perspectiva del tema. Es cierto que Chris, por sus rasgos psicóticos, a pesar de ser una personalidad intuitivo-sentimental, tiene problemas graves con el autismo relacional, y el hecho de ejercitar su corazón, que debe funcionar en su vida al menos como su brazo izquierdo, es en sí un acto terapéutico de primer orden. Tratar de aferrarse a novias, manco, no le puede ir bien ni a él ni a nadie, aún con el ariete lustroso y enhiesto. Pero hay algo mucho más grande delante de nuestros ojos como indicativo del fin último de todo este proceso: la filmación en sí. Esta película es el producto «sublimado» de toda su sexualidad atascada, el «Zarathustra» de Waitt. La Piedra Filosofal que transforma toda la mierda en oro (incluso literalmente). De tontorrón desnortado ha pasado a consagrarse director revelación de esta temporada. Su creatividad ha encontrado una forma explosiva de presentarse al mundo. El documental ha tenido un impacto de tanta envergadura como gravedad tiene la problemática que se cuenta en él, que es la materia prima desde donde surge.
Para cualquiera, el feliz epílogo, el lazo y guinda, será la recuperación del amor, in extremis, a través de esa relación tan oportuna con la periodista rusa. Pero, como diría Joseph Campbell, míticamente la mujer es el trofeo con el que se premia al héroe después de cometer la verdadera hazaña. Ciertamente, si yo hubiera tenido que aconsejarle a Waitt entre 300 mujeres una, hubiera elegido a esa. De sexualidad indefinidad, abierta a los imponderables del destino y con un intelecto cuando menos medianamente entrenado, es sin dudas un ideal a la hora de representar la unificación y el encuentro del autor consigo mismo, de escenificar sus bodas con el Anima, hermano-hermana. Pero el asunto es aún más hermoso: fue la única que dijo «sí», entre centenas, a su psicótica demanda callejera de sexo urgente, ebrio de alcohol y Viagra. Cuando el Destino se toma la molestia de elegir por nosotros, es como acertar a 10.000 kms. con un arco en la diana.
Entrevistado para El Cultural, nos contó esto:
-¿Se ha convertido en una especie de gurú para todos aquéllos que viven situaciones parecidas a la suya?
-De una forma insospechada. He recibido decenas de correos electrónicos de gente que se ha sentido identificada con mis problemas y que acudía a mí en busca de consejo. He hecho lo que he podido por atender a todo el mundo, pero no creo que mi trabajo sea el de terapeuta.
Qui lo sa? Normalmente esta obra aparece etiquetada como «desternillante comedia», cuando yo la guardaría en el arsenal de «documentos psiquiátricos». Todo está suficientemente indiferenciado, aún cerca de un caos original, como para saberse ya qué rumbo tomarán las cosas más adelante…
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